Aguas
Nunca
escribo de cuando me faltan el derecho como consumidor, sencillamente porque
entonces escribiría siempre de lo mismo. Y es que siendo tantas las veces que uno
recibe un desagravio en ese campo, el tema requeriría de un espacio de opinión volcado
enteramente al mal servicio.
Hoy
sin embargo será la excepción. Es la historia de siempre y de todos. Revienta un
tubo en el baño de mi casa, así que llamo a una compañía llamada "Plomeros
inmediatos" (p. 375 de la guía). Arreglan. Luego se van –no sin cobrar
bonito–. Pero el trabajo no funciona, porque queda goteando, el tubo. Llamo de
nuevo, para que vengan a dejar bien lo que dejaron mal. Regresan. Aprovecho
para pedirles una factura, que no me facilitaron la primera vez que vinieron.
El plomero –un señorcito cínico, desagradable, por allí tengo su nombre– se
niega a dármela. Llamo a la compañía. Les digo que si no me dan la factura voy
a tomar las medidas del caso –pensando en denunciar en la SAT. Por toda
respuesta, una amenaza: “Ya sabemos donde vive”. Como si en lugar de hablar con
un plomero, escuchase al difunto Gandolfini decir un parlamento de Los
Sopranos. Por supuesto que no me ahuevo. Me divierte, la cosa. Pero me indigna.
Y me cuido: son personas que ya entraron a tu casa.
Puse
post en facebook, y la mara siempre comunicando buen humor: “Plomeros Seriales”,
escribió uno; “Plomaceros”, dijo otro; “Aguas”, acertó un tercero. Varios me
sugirieron que hiciera algo al respecto. Una denuncia en la DIACO. Trabarles esa
queja, en la SAT. Y lo que haga falta.
A
todo esto, hay una pequeña gota que sigue cayendo. Está garantizado que seguirá
cayendo.
(Columna
publicada el 18 de julio de 2013.)
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