La reguerra
Primero Corea. Cristo, qué tramoya, qué olor a botas castas, qué propaganda
más ondeante. El temor rojo a full, en los noticieros corporativos. Se
respiran viejos aires de guerra fría, guerra fría que tantísimas guerras calientes
nos dejó. Nuevamente, los cortinajes de hierro y las cortinas de humo (ahora en
modalidad enrollable screen). Bienvenidos al déjà vu nuclear.
En América Latina, vivimos el drama venezolano,
el drama de la untuosa Venezuela, con sus macartistas de maraca y sus
estalinistas entropicales. Todo lo encapillan. Buen día, mi enemigo a muerte,
se dicen unos a otros, de ambos lados de la calle.
Y ya en Guatemala, el juicio a Ríos Montt. Ni
hablar. Por un lado, la retroretórica republicana y paranoica, viendo hoces/martillos
espectrales en lo alto del castillo. Y luego no falta la izquierda de rocola, borracha
y agresiva. Se nota lo mucho que extrañan darse verga. Han ido a los baratillos
a sacar los props discursivos de la época, les han tomado foto, y la foto la
subieron a facebook. El nene quiere meme.
Afeado, el ambiente. Dicen algunos ecologistas
que cuando un entorno natural empieza a morirse lo primero que se va es la
belleza. En el reino político es la belleza, el respeto, la claridad, sobre
todo el humor.
De pronto recordé por qué aquel rollo nuestro
de la generación desencantada. Los desencantados éramos los que no queríamos
morir –de sangre o aburrimiento– en las trincheras ideológicas. Por tanto nos
dedicamos a practicar un poco de brujería posmoderna… Qué ganas de ver, de
pronto, Dr. Strangelove...
(Columna publicada el 18 de abril de
2013.)
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