Tratamiento
Necesitaba
hacerme un tratamiento de canales; y me lo hice.
Pero antes me
metí a YouTube, para saber de qué iba la cosa.
“Tratamiento
de canales”, puse. En la pantalla de la computadora apareció una seguidilla de
infomerciales, animaciones, procedimientos en vivo.
Contemplaba
embelesado estos didácticos videos y así empecé a considerar la posibilidad de
generar un protocolo de limpieza de los organismos del Estado, inspirado básicamente
en la terapia de conductos.
En efecto, si
pudiéramos importar milimétricamente los métodos de la endodoncia (apertura
cameral, remoción de la pulpa dental enferma, limpieza y descontaminación del
sistema de canales, sellado de los mismos, así como colocación de la corona) a
los cuerpos de gobierno (atacados por la caries de la corrupción, el narco y el
crimen organizado) quizá podríamos reducir significativamente la indeseable, muy
pungente, siempre dolorosa, Pulpitis Institucional.
Comencé de esa
cuenta a escribir un extensivo documento en Word –llamado Tractatus democrático–radicular (perspectivas endodónticas en la lucha
institucional)– y en esfuerzo formal proseguí la redacción de este
revolucionario trabajo teórico durante días y noches febriles. Si lo interrumpí
fue solamente porque tuve que ir muy cabalmente al dentista, a recibir mi
propio tratamiento de canales.
El día de ayer
concluí por fin el Tractatus, cuya versión final alcanza las ochocientas
cuartillas. Mandaré a imprimirlo, y en la portada le pondré el dibujo de una muelita.
Mi intención es enviárselo al General Poroto, para su íntima consideración.
(Columna
publicada el 28 de febrero de 2013.)
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