Necrocrítica
Con tantos asesinatos
en el país, podríamos empezar a reseñar muertes violentas –de la misma manera
que se reseñan libros, películas, hoteles o portales de internet–.
Una nueva
forma de opinión periodística, que se dedique a valorar homicidios,
discriminando aspectos de fondo y forma.
Deberán tomarse
en cuenta los elementos básicos: motivo, modo, lugar, hora del crimen.
Pero luego aquellos
más sutiles: talento, estilo, sensibilidad, originalidad, intelecto, audacia,
laboriosidad del asesino, grado de gore puesto en la obra. Pronto veríamos
salir mejores, más originales sicarios; se volverían tan famosos como Banksy.
La escena del
crimen es el punto de partida: el lienzo a estudiar. Tan importante evaluar
cosas como: la posición del muerto, el arma utilizada, la posición artística de
los cascabillos, la composición dejada por la sangre, el medio –y punto– de
fuga. De más está decir que el crítico deberá poseer extensivos criterios de criminalística
y ciencia forense.
Algunos de
estos reseñistas serán en adelante muy leídos. Y los lectores esperarán con
avidez sus artículos y debates en las secciones dominicales. La gente soñará inclusive
con ser asesinada, por la mera posibilidad de que su propio óbito sangriento
consiga cinco estrellas de calificación en la reputada sección de un virtuoso comentarista.
Y surgirá una nueva
raza de intelectuales. Esta forma de crítica –necrocrítica– se convertirá de
hecho en un oficio académico muy serio, con cursos especializados en la
universidades, y hasta escuelas completas de pensamiento.
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