'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Adentro


Por otro lado, también es importante celebrar la religión, colocarse adentro. Criticar la religión es relativamente fácil.  Apreciar su profundidad, a veces, un reto mucho más demandante.

A menudo los críticos de la religión empujan una carga de agresión y rigidez que es idéntica a la de aquellos a quienes critican. (Y una carga de aburrimiento… Allí está la frase magistral de Heinrich Boll: “Me aburren los ateos; siempre están hablando de Dios”.)

Así como hay personas que se quedan encerrados en la religión, otros se quedan encerrados afuera. Son encierros equivalentes.

Muchas veces los críticos ya mencionados solo se enfocan en los niveles religiosos crasos. Pero hay que saber que toda religión tiene infinidad de niveles, unos muy sutiles y expansivos.

Algunos piensan por ejemplo en el cristianismo y solo son capaces de percibir fantásticos mitos fraudulentos, grandes crueldades, sacerdotes pedófilos, intolerancia in extremis. Lo cual está bien, porque se precisa pedir a la religión inteligencia, transparencia, alteridad y metanoia.  

Pero también está aquel cristianismo que encontramos en Meister Eckhart, en Santa Teresa, en Martin Luther King, Paul Tillich o Theilhard de Chardin. Es una tradición religiosa que ha aportado lo indecible a la humanidad.

Muchos escépticos laicos, al enfocarse obsesivamente en los niveles burdos y fallidos de la religión, tienden a estimularlos y reafirmarlos: se convierten en instrumentos de aquello que critican. No es cuestión de  eliminar la cultura religiosa imperante, esfuerzo por demás inútil; se trata en todo caso de refinarla, por medio de la conversación profunda.

(Columna publicada el 14 de marzo de 2013.)  

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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