'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







La gran complicidad


Hay una base y de la misma emana el poder político de un individuo. El genocida esencial no es exclusivamente una persona: es además una gigantesca connivencia colectiva, aún si la persona dada en efecto exista.

La cosa se complica cuando consideramos que la base en cuestión no es una base cortada con tijera, no está restringida a un sector de la sociedad. Es más bien expansiva: durante el Holocausto, el sistema kármico/cultural existente posibilitaba que los responsables de los campos de concentración marcasen, día a día, tarjeta; de esa manera, la línea de mando nazi se sostenía gracias a una escandalosa estructura social.

Este sustrato mismo del poder no es que sea siempre consciente. Nadie habla del inconsciente del poder, porque en el fondo es una noción de graves consecuencias: por un lado des–reifica a los culpables particulares y por el otro somete a los culpantes o agentes neutros a grados no examinados de complicidad.

El modelo ellos–nosotros, cuando expresa una polarización no violenta, y cuando sirve a la verdad, puede ser útil para delinear a víctimas y victimarios. Las pesadillas existen. Los satanases caminan por la calle. Los generales van hilando inconmesurables huipiles de sangre. No es abstracto. Es real.

Pero dicho modelo es limitado. Al corporeizar radicalmente el mal, perdemos de vista el campo de cooperaciones que hace posible las transgresiones del poder.

Entonces, ¿cómo establecer un sentido concreto de justicia –establecer pues a un culpable con rostro y huella digital– sin por ello dejar de procesar el contexto de conjunto del cual ese mismo sujeto específico ha surgido?


(Columna publicada el 31 de enero de 2013.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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