'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







En la Concha


Esto pudo ser cierto.

Ya saben que en la Concha Acústica ponen un marimbón. Y la audiencia siempre tan aprobatoria. Parejas de viejitos, empleando movimientos sorpresivos. Él con su boina no digo que fea, ella con una falda de eras más moderadas, más grisoides. Los patojitos dándoselas de incansables. Parejas establecidas, consuetudinarias, de la marimba de la Concha Acústica. El meneadito es virtuoso y cómico. Vaya nivel de personajes.

Otros, parados, no bailan, hacen la finta. Y muchos sentados en las bancas pétreas, pero emocionados. Está sonando lo imprescindible; el ambiente es áureo y popular. Hasta los de Emetra andan desinhibidos. Y la gente se conoce entre ella. ¡Un popurrí de cumbias!

Luego el viejo. Qué movedera la del viejo. Qué estamina. Parece por su aspecto un saddhu de la India. O sea que parece puro charamilero. Y baila frenéticamente, como un recalcitrante. Como si hubiera fumado cristal.

Se infiere que el conjunto es el de la alcaldía. Los músicos están protegidos por la amplia concha de la Concha Acústica. El bataquero, inspirado. El contrabajo, en fervor. Los demás –tesoneros– tocando la señora marimba. El animador a todo esto hablándole a su audiencia. Preguntando si había venido el no–sé–quién y la no–sé–quién–más.

Hasta que todo acaba, termina el concierto. La mara como decepcionada, como sin querer irse. Pero terminan yéndose. Es una lenta diáspora. Van a seguir con sus vidas, que a lo mejor no van a ninguna parte.

Solo el viejo queda, dormidito. Pero no dormidito: muerto. Se le paró la chicharra. Nadie se dio cuenta.     


(Columna publicada el 22 de noviembre de 2012.)    

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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