'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Hacer el ridículo


Cada día, y de modo infalible, encuentro un modo esplendente y humillante de hacer el ridículo. Intervenciones estelares que me van poniendo rojo magenta. Casi llegando a los cuarenta, incurro consuetudinariamente en situaciones de alguien de cinco: es de suponer que la vergüenza me acompañará hasta ya muy después de cremado.

Tampoco es que esté mal. Hay una salud en la vergüenza. Nos previene de andar repartiendo asnadas de pensamiento, palabra, obra u omisión. Entrar en la lógica de lo ridículo nos desenmascara, y nos da a menudo nuestra verdadera medida: nada y nadie.

Las situaciones vergonzosas –así por ejemplo en contextos públicos– me recuerdan que soy una entidad risible, que soy, fundamentalmente, Mamón. Con intolerable solemnidad (a veces disfrazada de humor inteligente) vamos secretando la leche de nuestra liturgia pontificia, opinión doctrinal, en la realidad inmediata o internética. Quién nos aguanta.

Me gustaría aclarar que hay que tener vergüenza, pero no hay que dejar que la vergüenza lo tenga a uno. Ya establecido el hecho de que somos caricaturescas maquinitas de generar gazapos, ya establecido el hecho de que poseemos raras taras biopsíquicas, procedemos a perdonarnos por ello y a expresarlo en plan stand up. O de lo contrario se convierte en humillación tóxica, inseguridad crónica, fobia segura. Una forma de no considerarnos lo peor del universo es entrar, sencillamente, a YouTube: en ese jardín impúdico siempre encontrará el interesado registros vergonzosos que sobrepasan incluso los propios, aunque tal cosa parezca imposible.


(Columna publicada el 18 de octubre de 2012.)  

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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