Fiebre
El sábado pasado me la pasé en cama, afiebrado. Como a eso de las
nueve, llamó Sánchez. Le conté que estaba convaleciendo. “Dejáte de huecadas”, fue
su respuesta. Amenazó con pasar a verme. Como a la media hora, sonó el timbre. Hablamos,
claro, de la matanza de Toto (“incidente”, dijo el Presidente en la tele).
La fiebre me tenía apendejado, pero iba captando algunas de las
cosas que Sánchez decía: “Aquí hay una lección: documentar, a toda costa
documentar”; “El califato empresarial puso a un muñeco de vudú a velar por los
derechos humanos”; “La izquierda sentimental olvida que la verdadera oposición
es una cosa científica”; “En la palabra es donde el enemigo del pueblo siempre
resbala: por tanto hay que ponerlo a hablar y así declare su mentira y su
imbecilidad”; “No enviás a un puñado de elementos uniformados a una situación inflamable:
necesariamente van a tener que recurrir al fuego”; “El chafarote esencial,
cuando tira para arriba siempre tira para enfrente”; “En cualquier zona menos
africana ya estaríamos jugando fútbol con la cabeza de un Ministro”; “Donde hay
muerto se precisa garante, y una línea de mando”; “Entre el cinismo del poder y
la rosa indignación perdimos ya esta lucha”; “La locomoción es el derecho de la
derecha: yo prefiero el derecho a la vida…”
Escuchaba a mi amigo y entretando danzaban en mi cabeza,
erráticas, las imágenes de los cuerpos agujereados, la desbandada en el horror,
los familiares echando por la boca un llanto negro de espuma. Cuando se fue
Sánchez, yo me puse en la compu: los revolucionarios de facebook la cargaban
contra los revolucionarios de facebook.
(Columna publicada el 11 de octubre de 2012.)
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