'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Bonzo (I)



Foto 30 llega este año –este mes– a su edición número diez. Ligado a tal evento cultural, se llevará a cabo un simposio (“Fotografía, imagen y poder”) que corre a cargo de la siempre atinada Rosina Cazali.

Rosina por cierto me invitó a uno de los conversatorios (el que lleva por nombre “TU–MI–IMAGEN”), pero le dije no, porque estaré fuera de la ciudad durante esos días. Y lástima: la idea de la charla me pareció, bueno, interesante: hablar de una foto que ha tenido un particular impacto en mi imaginario personal.

Le escribí a Rosina para declinar la invitación, pero ella de todos modos me instó a escribir algo, y eso hago, para esta columna.

Elegí aquella foto que tomara Malcolm Brown –misma por la cual le confirieron un Pullitzer– y que captura al monje budista Thich Quang Duc autoinmolándose. Por cierto que Brown murió el 27 del mes pasado, razón de más para recordar su imagen.

La autoinmolación ocurrió en el año 1963, como protesta a la discriminación religiosa impuesta por el régimen survietnamita, en un clima político bastante volátil. El monje está en posición de loto, enguantado por un detallado halo de fuego, el recipiente de la gasolina a un lado, en segundo plano un automóvil de la época, y en tercero los espectadores, enguantados ellos quizá por un asombro inefable.

Thich Quang Duc se sentó sobre el cojín de meditación, permitió que otro monje lo bañara en gasolina, prendió el fósforo boreal. Como dicen los testimonios, el monje no se inmutó durante todo el proceso: se encontraba en estado de samadhi o quiescencia perfecta. Sus últimas palabras fueron un mantra para el Buda Amitābha.


(Columna publicada el 13 de septiembre de 2012.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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