'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Lo ordinario


Uno tiene una vida ordinaria –agua que es siempre la misma– y lo ordinario está en todas partes –refleja lo de siempre– y las cosas no se alzan –quietud en horizonte–.

Uno se levanta y se lava los dientes y tiene temerosas, gastadas glándulas, y uno se corta con los sartenes habituales, y uno corre y camina, y uno es la sed trabajando por la sed, y uno pulimenta los relojes, y uno come cosas sin filo, y uno duerme la siesta –frecuentemente– y uno ve la tele sin verla, y uno habla con los amigos –los familiares amigos– y uno vive con un vacío al lado, y qué es eso sino lo ordinario.

Así que uno hace cualquier cosa por salir de lo ordinario –esa violencia vacía, espejo sin voltaje–. Y uno pontifica, y uno sublima, y uno medita, y uno reverencia, y uno emana, y uno poetiza, y uno hace columnas de opinión. Todo por salir de lo ordinario.

Pero todo lo que hace uno por salir de lo ordinario es completamente ordinario. O sea que uno hace una gran vuelta para volver a (la mediocridad, a la vulgaridad de) lo ordinario. No hay forma de escapar a lo ordinario. Presencia infinita: omniabarcante ordinariez.

A veces uno va caminando en la calle, y de la nada uno se topa, finalmente, con algo extraordinario. Y uno recoge eso tan raro y único, con enorme exaltación. Pero resulta que por andar en semejante estado de pasmo (y más bien torpe, imbécilmente) se tropieza uno (como antes un millón de veces) con la misma piedra gris de lo ordinario. Y la Cosa, el Milagro, lo Inefable, se cae al piso. Y se quiebra en cinco ordinarios pedazos.


(Columna publicada el 16 de agosto de 2012.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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