'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El becerro

Tampoco hay por qué llevarle becerros sangrientos a la ciencia.

La imagen del becerro no es para nada arbitraria: en muchos sentidos la ciencia es la teocracia de nuestra era. Los científicos son como aquellos sacerdotes en las cumbres de las pirámides, mediando entre los ignorantes y el misterio universal. Un misterio que estos agentes exclusivos van revelando por episodios, como la telenovela de la tarde. Por demás, no hay sacerdote o pastor venerable que no mande a construir un templo caro, y el templo caro de los físicos es, por supuesto, el LHC del CERN. Echarlo a andar requiere un resto de ofrendas.

Todas las teocracias están fundadas en leyendas. La ciencia también tiene las suyas, y sobre éstas construye su proyecto. La ciencia sólo puede sobrevivir como mito –esto es: como trama latente en una cultura dada– y durará lo que dure ese otro mito que es la modernidad, que es una estrella muerta, pero aún bastante refulgente, y cuyo legado incluye los campos de concentración y las bombas atómicas.

La ciencia es valiosa porque desmitifica, pero es importante desmitificar a su vez a la ciencia, sobre todo cuando adquiere tonalidades de autosuficiencia –con lo cual se convierte en policía inconsciente o explícito de la realidad–. Lamentablemente el único contra–relato que se atreve a impugnarlo es el relato religioso integrista, de carácter simplemente regresivo, el que maneja el Vaticano.

Para mientras, el curioso ser humano sigue armando el minucioso rompecabezas de la materia. El día que termine, procederá a revisar sus correos electrónicos, luego se pegará un tiro.


(Columna publicada el 19 de julio de 2012.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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