'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Temor reverente

Con eso de la tecnología y tal, soy dos.

No usé celular durante un resto de tiempo: una forma de resistencia ante el fantasma de la hiperdisponibilidad. En su momento ni modo obtuve el mentado celular, pero ahora resulta que me niego a navegarlo.

Creo  que la tecnología tiene cosas muy elevadas; también creo que hay ponerle límites… límites que igual siempre se van corriendo, y por lo mismo.          
Con un pie adentro y otro afuera. De un lado la tecnología me es muy natural, y por el otro recelo de ella;  a ratos se me pega rico, y luego se me figura como una suerte de salitre o virus, una entidad alienígena fagocitando mi sistema de realidad.

Para alguien más joven que yo, una postura así de escindida es sospechosa: su engreimiento tecnológico le prohíbe desconfiar. Las nuevas generaciones son proyectadas a la intimidad informática desde mucho antes de nacer.

Yo todavía viví la experiencia de no tener una computadora. En casa, la computadora apareció de la noche a la mañana, ex nihilo, como el monolito de Kubrick: una fractura en la mitad de mi infancia. Y no teníamos una puta idea de cómo tocarla, cuál era su punto g, si nos iba a devorar. Lo hizo más tarde, por supuesto, pero en ese entonces la tecnofilia aún no se había cristalizado como commodity: no existían zonas Wi Fi, ni sistemas Avatar en los aeropuertos, ignorábamos lo que era un podcast, nuestras redes sociales eran los insectos del jardín…

Así que –para mí– el evento de la informática fue una fascinación pero asimismo una distancia: un temor reverente. Y hasta la fecha.


(Columna publicada el 31 de mayo de 2012.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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