El fantasma laboral
Todos queremos
usar nuestra vida de la manera más creativa posible (salvar dos o tres cetáceos,
correr de punta a punta el país como Forrest Gump, replantear los fundamentos
de la física actual, Ver Tele). De allí la importancia de revisar a fondo
nuestra relación con el trabajo.
No es para nada
fácil eso de comprender la realidad laboral. Los críticos sociales duros hablan
de estructuras objetivas y modos de producción. Otros filósofos conciben más
bien el trabajo como relato cultural avanzado.
También está
la dimensión laboral íntima, en donde cada cual como individuo es básicamente
libre de cambiar su conducta productiva y su relación con el universo de los
patrimonios. La semana pasada un artículo en El Mundo hablaba de una
psicoterapeuta llamada Heidemarie
Schwermer, que lleva viviendo seis años sin dinero, lejos de toda plantilla
económica convencional.
Esta clase de
libertad impone cómo no un recorte masivo. Se trata de cambiar en su totalidad
el propio estilo de vida, y hacer sacrificios de calado. Algunos decidimos
renunciar a los hijos, pues entendimos que, además de los banqueros acolmillados
y magnates de la explotación, hay un patrono mucho más implacable: la especie
misma. El sistema productivo entero le cholerea al sistema reproductivo.
Y es muy
importante disolver nuestras ideas supersticiosas sobre el trabajo –ese gran fantasma
de la modernidad– y detectar y superar los miedos y programas encriptados. Solo
así aprenderemos a laborar en nuestros propios términos, y dejaremos de
perseguir el inexistente locus amoenus
del billete.
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