'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Bradbury (1)

Y ya me lo sospechaba yo que se iba a morir este año uno de mis autores de cabecera, gurús narradores, me refiero a Ray Bradbury.            
           
¡Haz del Universo tu Acto!, dice Bradbury en Libro para Inspirar a Curas, Rabinos y Pastores Desanimados, con optimismo abrasado.

Bradbury para empezar fue un vitalista, un ser hecho de vitaminas, de locos diamantes de energía. Vino al mundo al celebrar la vida y el asombro y la posibilidad. En ello se parecía a Monteforte, que por cierto le mencionaba. Sus cuentos están llenos de vida.

Y de inocencia. Bradbury era ingenuo y profundo y optimista: whitmaniano a más no poder. Adoro esa idea suya de que hay que saltar del peñasco y construirse las alas en el camino.

Bradbury el Creyente (muy a diferencia de Ballard el Nihilista) confiaba en la crística cruzada espacial, tan norteamericana, en la emergencia de los mundos. Y ponía al ser humano en el centro de esa cruzada. Tanta candidez le convertía por un lado en un conservador pero por otro lado también le hacía aéreo, explorador y liberal.

Y sin embargo, no podemos decir que el suyo era un optimismo beato: siempre mostraba de otra parte un filo de oscuridad, una perversión. La inocencia da formas gigantescas de maldad. Los niños de Bradbury a menudo nos causan miedo.  Bradbury  a lo mejor escribió historias infantiles –como El árbol de las brujas– pero su literatura no era para nada infantil.       

Bradbury sabía que incluso en el centro de lo blando y seguro y domesticado hay un horror que surge. Todo aquello que colonizamos y controlamos nos termina de una u otra forma devorando.


(Columna publicada el 14 de junio de 2012.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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