'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Bradbury (2)

“En la rapidez está la verdad”, dijo en Zen en el arte de escribir, manual invaluable.

Ray Bradbury poseía esa vitalidad indomable que cabalga y cabalga, dejando claridades y misterios poéticos fulminantes. Por medio del ritmo narrativo espontáneo, Bradbury se transformaba en una especie de médium de lo fantástico y la especulación creativa y moral. Un veedor.

Semejante urgencia no deterioraba sus cuentos sino por el contrario les daba una perfección imprevisible, virtuosismo mutante que no descansa en la proporción o equilibrio sino en algo más fundamental.

Sus cuentos no son impecables en el sentido clásico de la palabra, pero siempre operan con magia asertiva. Qué puntería. Escribió una multitud de ellos, no todos indestructibles, pero vamos, casi todos, y no hay ninguno que no tenga ese don celular, esa cualidad animada, animante.

Escribía con urgencia (y escribía mucho, mucho, como loco, como enfermo) pero resolvía, acertaba: todo quedaba bien coagulado en el texto. Bradbury era líquido de prosa, aunque nunca tanto como para caer en una suerte de fatal incontinencia. Apostaba a la velocidad, sí; pero no dejaba de observar las leyes narrativas. La manera en que corta los párrafos, usa las cursivas, ingresa una elipsis, la majestuosidad toda de sus retóricas, cada frase saliendo de sus dedos humeantes: una celebración del escribir sin truismos, sin familiaridades. Su técnica y precisión es que no conocen rival.

Si usted quiere aprender a escribir un cuento, entonces, por el amor de Dios, váyase de una buena vez a leer a Bradbury.


(Columna publicada el 21 de junio de 2012.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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