Motagua
Me tiene contento la CL6 con ese disco que acaba de sacar, y que se
llama: Motagua.
Ha puesto canciones allí que son sobre todo suyas, rápido se le
prenden a uno, un álbum bien escrito, con alma, relato interior, que cohesiona
lo dulce y lo abusivo, lo rico y raspador, lo oscuro y gitano de la vida. Oigo
temas como Lágrimas de té, La Navaja, Las
palabras, o Las alas de Ivy,
rapidito me voy emocionando.
Con este proyecto consiguió pilotear una visión personal –siendo tan
fácil perderla en el camino– pero simultáneamente consiguió darle espacio a la
colaboración avispada, tanto en lo que se refiere a producción propiamente como
en cuanto a músicos invitados, todos muy especiales. El resultado es pura carne y poesía, en trece rolas, con momentos
que le paran a uno los pelitos, o sea el bliss. La modestia de recursos nunca
riñó con la dignidad y la ocurrencia.
Este proyecto de Claudia no tiene otra agenda que la música misma, por
tanto es un disco libre e individual. Lo que ella oferta no mimetiza ni repite
lo que gravita en nuestro medio, y esa misma insularidad la convierte en un punto
de referencia estimulante.
Por otro lado, Claudia tiene esa cualidad hibridante, amalgamante, que
la ha llevado a reunir pulsiones y coloraciones auditivas muy distintas, tonos
emocionales que van desde lo denso hasta una alegría a ratos hasídica. Al
final, ya cualquier etiqueta es inútil. Queda lo impuro y lo mestizo. La placa
le hablará a personas con gustos y criterios musicales muy distintos, desde su
extraña coherencia y fluidez.
El disco Motagua de Claudia Armas está a la venta en librería Sophos o
Bar Central.
(Columna publicada el 2 de febrero de 2012.)
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