'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Las zonas muertas

Zonas muertas. Áreas estancas, sanforizadas, imposibles, demencialmente laberínticas. En tales parajes, los árboles crecen al revés y no crecen, nacen para abajo y no nacen. En tales parajes, cientos de miles de altoparlantes van diciendo con la misma voz tributaria un no y un nunca... Continentes cuadrados de inmovilidad radical, yermos deshabitados, blancos desiertos sin vida y sin diluvio. Al principio me decía a mí mismo –rigurosamente optimista– que con un poco de trabajo la cosa echaría a andar. Sólo para comprobar luego, con callado espanto, que todas esas esquinas, todos esos espejos, son completamente reales: formarán siempre parte de un eterno currículum congelado. Luego uno aprende a ver los propios vicios, los hábitos malsanos, ciertos defectos de carácter como se ven ciertas paredes, como se ve el mismo risco repetido, tan gratuito e innecesario, en la noche sin gloria. A veces me pongo a hacer buceo en las zonas muertas de mi vida y me muevo y no me muevo porque allí no hay adonde moverse, todo resulta extrañamente idéntico –un espacio neural y gélido. Hay viejas estructuras de hierro sin sentido, a medio hundir, ostentando faunas masacradas en la sucia espuma amarilla. Ojos vacíos viendo hacia dentro lo insoluble. Y cerebros extintos pegados a quillas sepultadas. Voy recorriendo los campos minados de tedio, las suburbias ausentes y espectrales. Me adentro en largas avenidas de silencio... Teatros, parlamentos brutalmente vacantes… A veces entro a una casa –otra casa, la misma– en donde hay una sempiterna gorda sentada en la cama, comiendo neurótica cientos de alcachofas, descalificada por sucesivos proxenetas... Cómo voy a negar a estas alturas las zonas muertas de mi vida, con sus mantras de inercia, su rosario aburrido hecho de nódulos linfáticos. Es obvio que soy diez veces el mismo, ciclo y pellejo, un fulano residual.



(Columna publicada el 6 de octubre de 2011.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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