'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Empaticopsicoespacial

Siempre hay personas impidiendo el paso y la fluidez en el pasillo del súper. Por alguna razón no entienden que el mismo pertenece al universo común  y no al universo privado.

No queda otra que exigirle a estos entes estorbadores que se muevan. Algunos te dan a un rosario de disculpas, cuando lo único que vos querés es que trasladen de locación su gordo trasero.

Y su pantagruélica carreta.

Están esos otros que se mueven a regañadientes como si el que estuviera paralizando el tráfico fuera uno. Son los amargados. Pero lo bueno es que la amargura personal es siempre superior a la de ellos. No es que quiera presumir, pero es como medir un staffordshire terrier americano con la gatita de la vecina.

A veces los que más estorban son los propios empleados. Algunos empleados son medio respetuosos. Pero otros –la auténtica hez de los súperes– no consideran relevante dejar pasar a los clientes mientras ordenan los anaqueles. Están demasiado ocupados intermediando con su propio egoísmo. Digo egoísmo, pero sería más preciso hablar de megalomanía, esa megalomanía que caracteriza a los pequeños empleados, cuando se enfundan en la sensación de que su lugar de trabajo no es un mero lugar de trabajo, sino lo equivalente al Wolfsschanze del Führer.

También están las problemáticas, las endémicas, las inadecuadas edecanes, ya saben: las que siempre nos están dando de probar el producto cancerígeno de turno. En el caso de ellas, obstaculizar se vuelve una misión estratégica, activa y consciente.

Se ve que muchos ciudadanos carecen de las más mínima inteligencia empaticopsicoespacial. Al parecer, los científicos han encontrando malformaciones congénitas tanto en sus lóbulos parietales como frontales que explican la notable torpeza e insensibilidad con que se mueven en el mundo. Lo cual da razón de por qué van manejando en las calles como si recién acabaran de adquirir una enfermedad venérea. O caminando en las banquetas como si no existiera en el mundo nadie sino ellos.

Grandísimos serotes.


(Columna publicada el 13 de octubre de 2011.)          

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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