'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El gran deslave

La semana pasada fui a Candelaria, y la experiencia merece de sí una columna, pero no es de ello de lo que quiero hablar ahora, sino de mi retorno a la ciudad, por una carretera apocalíptica, las paredes de tierra echando espuma plomiza, vomitando agua, tantos derrumbes, cuántos derrumbes, si no vi por lo menos treinta derrumbes que me corten entonces la mano, grandes segmentos de ladera en cada curva, masivas formulaciones de lodo y raíz, árboles enteros derribados en un segundo, como boqueando en el asfalto, ya no tuvieron de qué agarrarse, es toda esa deforestación, ese silogismo vacío, esa obra erosiva, del humano incesante, y por eso las rocas masivas, cayendo fijamente, peligrosísimas, desafiando los tractores, retomando su territorio mineral, interpuestas, y agréguese a ese escenario ya tan crítico el estado de los caminos, y la tristeza de comprobar cómo nuestras carreteras primarias no se miden con las secundarias de países ni siquiera civilizados, y por supuesto asumiendo que todavía en efecto existan las mentadas carreteras, porque es que a veces la carretera misma desaparece, se engolfa, se contrahace, ¿a dónde se fue la carretera?, ¿a dónde se fue nuestro relato arquetípico?, ¿a dónde vamos como país carajo?, no hay un sentido o dirección en ninguna dirección, solo baches y agujeros, y chuchos muertos, y huérfanas vísceras en charcos de olvido, y conductores maniáticos siempre dispuestos a poner en riesgo la vida de todos, con tal de pasar primero, pero pregunto: ¿pasar primero a donde?, si ni siquiera hay paso, lo que hay es una fila morosa de trailers y vehículos umbríos, siempre una podrida fila, antes, durante y después, una fila, hemos estado haciendo fila durante siglos, se diría que el guatemalteco es antes que nada un ente–fila, una forma de no avanzar, ¿a dónde, a dónde se fue la carretera?


(Columna publicada el 20 de octubre de 2011.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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