Se vale anular
El voto nulo
es una figura respetable en el juego democrático, y su motivación puede ser muy
pura e informada. También es cierto que a veces proviene de una falta de
compromiso político, o bien de una indignación de ribetes derrotistas, o hay
ese voto nulo que responde a intereses partidistas. Pero el llamado voto positivo
también adolece de todas esas debilidades. Es decir: el voto nulo puede ser tan
consciente o inconsciente como el voto positivo.
La democracia
es algo vivenciable desde dos perspectivas: la funcional y la simbólica (el
voto protesta pertenece sobre todo al ámbito simbólico de la democracia). La
democracia funcional o práctica se entiende como una gestión objetiva y
estadística de la realidad en blanco y negro. La democracia simbólica posee más
bien un locus interno, y apunta a crear escenarios de dignidad subjetiva. La
primera eleva la noción de resultado; la segunda enfatiza y reverencia la sinceridad
ideológica como valor total. En el caso de la democracia práctica, se trata de
renovar lo mejor que se pueda las condiciones externas de la esfera pública, y
eso correlativamente aporta paz de consciencia al individuo democrático. En la
modalidad simbólica este mismo individuo arriba a un lugar de integridad en sí
mismo, y esa integridad es aportada al entorno común.
Lo importante
aquí es reconocer la legitimidad de ambos enfoques. Por definición, todo
proyecto democrático es pluralista: su riqueza aumenta en tanto consigue
articular más y más puntos de vista. Así pues, desterrar la perspectiva
simbólica de la democracia correspondería a soterrar el espíritu mismo de ésta.
Cuando una
sociedad no respeta ni toma en cuenta el voto simbólico (ya sea nulo o no) es
que sólo vive de cara a lo externo, a lo que puede ser medido y contabilizado. Pero tenemos que tener en
cuenta que los dominios subjetivos se manifiestan en la realidad común por vías
aún no registrables por la democracia positivista. El voto nulo consciente no
es por fuerza un desperdicio ni una cesión de derechos; puede adicionar una
carga tremenda de honestidad a la organización de la psique colectiva.
(Columna
publicada el 1 de septiembre de 2011.)
Post
Scriptum del autor:
¿Hace falta decir que ambas perspectivas
democráticas –la práctica y la simbólica– tienen su lado sombra? La sombra de
la democracia funcional consiste en una pérdida de pureza en alguno u otro
nivel, por su naturaleza consensual. La sombra de la democracia simbólica es
que se destecnifica a sí misma en pos de la castidad de los ideales políticos.
Pero desde una tercera, más completa perspectiva, ambas modalidades forman
parte de un mismo círculo de Ouroborous. Es imposible afirmar que la democracia
simbólica no posee una vitalidad práctica, y que la democracia funcional carece
de pureza ideológica. A veces, la democracia simbólica es más directa que la
otra, y viceversa. Así por ejemplo, la honestidad de la democracia emblemática
se manifiesta de un modo muy concreto en el medio democrático, de igual manera
que la direccionalidad concreta de la democracia práctica establece poderosos
puntos de referencia y landmarks simbólicos.
Segundo
Post Scriptum del autor:
Que defienda el
voto nulo no quiere decir de hecho que yo vaya a votar nulo en estas precisas
elecciones. Pero cualquiera deberá sentirse libre de hacerlo, si eso le pidiere
su consciencia. En mi caso, yo ya tengo un candidato. Lo único que diré es que
no es un militar.
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