El punto y el espacio (I)
Es la debacle cultural,
ecológica, financiera, así en el país como en el mundo. ¿Cómo vamos a
resolverla?
Tradicionalmente,
hay dos estrategias de abordar una crisis: destruyendo viejas relaciones o creando
relaciones inéditas.
Cuando optamos
por destruir relaciones, estamos optando por una solución localizada, implosiva.
Nos ensimismamos. Nos establecemos en una insularidad. Así lo hicieron aquellas
comunidades que se retiraron de la naturaleza y el nomadismo, y se concentraron
en puntos de poder, en donde levantaron fuertes y ciudades. Parecía una manera
brillante de sobrevivir, de atender las exigencias del presente radical. La
especie humana optaba por la individualidad y la separación. A partir de allí
creó conceptos como el de nación, autonomía, soberanía.
Otra forma de
sobrevivir consistió en crear traslaciones y relaciones nuevas. Los seres
humanos salieron a buscar nuevos recursos más allá de los límites del mundo
conocido. Muchas narrativas nacieron de este modelo: la caza de animales en la
selva feral, la conquista náuticobestial del orbe, el lanzamiento de la perra
Laika a la luna, o la globalización, por decir. Además, el tiempo dejó de
reducirse al presente y se presentó a
nuestros ojos como un vasto territorio elongado, en el cual sembramos de todo,
desde planes quinquenales hasta cámaras criogénicas.
Pero tanto el
modelo localizado como el expansivo tienen, cada cual, su cuota de problemas.
Adicionalmente, cuando no se toman en cuenta el uno al otro, se enfrentan
creando tensiones titánicas. El reciente debate constitucional en España, de
cara a la Unión Europea, nos reveló un ejemplo fascinante de ello. O qué decir
de los Estados Unidos, un país raleado por la deuda, desintegrado laboralmente,
en un momento tangible como ninguno, pero a la vez con la necesidad abrumadora
de repensar su futuro y economía abstracta a largo plazo. En Guatemala está
planteada la cuestión de cómo vamos a inyectar nuevas corrientes de inversión
sin hipotecar el país ni destruir nuestra integridad ecológica... (Continuará.)
(Columna
publicada el 22 de septiembre de 2011.)
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