Plastilina
Abrí una page
de Facebook de Buscando a Syd, y voy subiendo, a modo de aforismos, frases
aisladas de columnas publicadas atrás. Me ha dado la oportunidad de releerlas.
Cuando
trabajaba en la sección cultural, yo admiraba los columnistas españoles, quería
ser como ellos. Así que rogaba a Luis Aceituno por una columna. Finalmente Luis
me dio la mentada columna. No solo a mí, se la dio a sí mismo y a la Lucía.
Andrés ya contaba con su espacio de televisión.
Luego Juan
Luis Font nos mudó a todos a la penúltima, agregó a Maria Olga y Raúl, allí nos
tienen, envejeciendo. En un momento, quiso migrarnos hacia la parte de adelante
del diario, pero me parece que hubo pancartas por parte de Luis Aceituno. No sé
cuáles fueron sus razones para oponerse a esa nueva muda, pero puedo
imaginarlas: la penúltima da una cierta ilusión de marginalidad, y es un lugar
exclusivo, siendo el último. O el penúltimo.
Hay que ver lo
mal –lo peor– que uno escribía al principio. Releyendo mis textos, me doy
cuenta de la cantidad de estupideces que he redactado (las sigo redactando), la
arrogancia, la torpeza y ya se sabe. Pero por otro lado semejante inocencia–soberbia,
aunque vergonzosa, tuvo simultáneamente algo de bello, ciertamente fue
necesaria. Adquirió matices inclusive experimentales. En ese entonces, lo
importante era que la libertad se notase (hoy uno es libre, se note o no). El
tanteo creativo no hubiera sido posible a no ser por la tolerancia de los
patrones y del general. Agradezco la oportunidad que se me ha dado de
desovillarme como columnista, porque un columnista es algo que crece en el
tiempo y solamente en el tiempo. Es posible que a partir de cierto momento
simplemente me empezaran a salir un poco menos repugnantes esas figuras de
plastilina.
El lector me
ha visto crecer (llorar, reír) a través de la columna, con lo cual ésta se
convirtió en una especie de ventana a mi vida: reality o proyecto conductual en
una franja alargada (diez años pronto) como esos programas behavioristas
ingleses. En muchos sentidos, Buscando a Syd no ha sido otra cosa que el diario
público de un devenir privado. Así como todo lo contrario.
(Columna
publicada el 4 de agosto de 2011.)
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