Esa política teofánica
La obligación de alertar a la sociedad contra esa política teofánica, que no es otra cosa que un populismo con visos mesiánicos. Tanto la categoría Dios como la categoría Pueblo son en extremo sinuosas, pues son categorías elásticas que pueden ser llenadas con cualquier cosa, y recogen cualquier deseo no manifestado, cualquier proyección, cualquier excitabilidad.
Me lo dijo muy atinadamente CL6: un gobierno como Dios manda es un gobierno laico.
La compartimentalización del poder religioso y del poder del estado es una de las grandes conquistas de la humanidad, y está basada en el argumento de que en cualquier momento podemos retroceder a una visión integrista del universo, y por tanto conviene que nadie disponga de todos los medios de captación de consciencias en un momento dado. En estas elecciones hemos visto ya indicios suficientes de este retroceso. El foro de la Conferencia Episcopal, días atrás, nos mostró a una caterva de reaccionarios con un miedo profundo a abrirse a la verdad. Hemos llegado al punto de no sólo negar nuestros legados posmodernos, sino inclusive los modernos también.
Por demás, está claro que la compartimentalización debe darse no solo a nivel público sino asimismo a nivel privado: tengo que separar en mí la voz del ciudadano y la voz del creyente, y luego ponerlas las dos a conversar, pero sin por ello fundirlas.
Hay que entender que la entronización de un estado laico funciona en doble sentido: protege a la política de la religión, pero también protege a la religión de la política.
Consignas electorales deístas insultan no sólo a aquellos que no creemos en un Dios creador, sino también a los que sí lo hacen. No es difícil ver cómo una persona como Patricia de Arzú le trae mala prensa a cristianos.
Quizá lo que más preocupa es que hayan candidatos como ella que hablan de Dios porque francamente no tienen otra cosa de qué hablar. Es un Dios comodín. Sería inútil pedirle a esa señora una definición transreligiosa de la divinidad y una explicación pluralista sobre la relación de ésta y los seres; caeríamos en una circularidad desoladora.
(Columna publicada el 27 de julio de 2011.)
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