El poder sin límites
Ninguna institución,
persona o partido debería de tener poder más allá de ciertos límites, en el
espacio o el tiempo. Hay que compartimentalizar el poder. Es sentido común.
El problema
es: ¿cómo fijar tales límites, cómo establecer, por tanto, la discontinuidad
del poder? ¿Y hasta qué punto es posible tal cosa? ¿No tiene el poder siempre
algo de indivisible, eleático?
Una mente
madura sabe que el poder no surge ex nihilo. O dicho de otra forma, el poder
siempre proviene del poder. Si yo soy candidato a la presidencia es porque ya
tuve acceso a una esfera de influencia, bien sea en el ámbito corporativo,
militar, político, religioso, artístico o el que fuere. ¿Es eso inherentemente
malo? No. De hecho, necesitamos a funcionarios que hayan tenido previamente alguna
clase de autoridad. Un novato no puede dirigir un país.
Pero el trasiego
de poder tiene que darse en condiciones de laboratorio. Lo cual va más allá de
tener los papeles en orden.
Es
insuficiente que el DPI de Patricia de Arzú sea distinto al DPI de su esposo,
por decirlo así; es insuficiente que Sandra Torres no esté de hecho casada con
el actual presidente; insuficiente que Harold Caballeros no sea en rigor un
ministro religioso. Puede que no haya continuidad de poder a nivel formal,
apariencial: ¿pero cómo funciona eso a nivel implícito? (La cosa se vuelve más compleja
cuando nos damos cuenta que ese trasvase de poder discreto ni muy siquiera
requiere de la complicidad consciente ni mala voluntad del candidato o agente
de la transferencia.)
Fijar la
discontinuidad del poder formal es ya de sí un asunto difícil, y supone la
implementación de esclusas constitucionales, legales y burocráticas muy
precisas.
Más difícil es
fijar la discontinuidad del poder implícito. Pues siendo tan real como el otro,
es difícilmente verificable en términos objetivos. Todos sabemos que está allí,
hablamos de él, ¿pero cómo asir este fenómeno, científicamente?, ¿cómo llevarlo
más allá del plano de la apreciación subjetiva y la interpretación?, ¿cómo reconocer
su existencia sin proyecciones partidistas? Aquí los criterios se vuelven
borrosos. La posibilidad de un consenso, casi imposible.
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