'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







La misma ropa

Inaudito lo que la gente gasta en ropa. Se les va el salario en eso. Yo siempre uso la misma. Pasan los años y no la cambio. Antes me compraba mis camisitas, me ponía los aretitos, tatuajes, sombreros, toda la comedia.

Hoy ando siempre con los mismos tennis repetidos. ¿Han visto esos gringos que cambian los tennis –siempre perfectos, siempre ultrablancos– casi cada semana? Es repugnante.

Mis prendas usadas han adquirido una cierta cualidad lírica, como la canadiense de Oliveira. Llevo mi chumpona a todos lados. Es una relación que tengo con ella casi tántrica. Y yo diría que una relación muy, muy tierna. Una clase de ternura nace cuando cuidamos el mismo objeto una y otra vez, en lugar de usarlo y desecharlo. Tengo una teoría y es que dejaremos de tratar a las humanos como objetos cuando empecemos a tratar a los objetos con cierta humanidad. Las personas que manipulan las cosas y abordan lo inanimado con un sentido de atención y delicadeza son personas muy consideradas. La industria de la ropa está basada por el contrario en la agresión instrumental: abuso coactivo de recursos naturales, muerte de animales, explotación de personas. Nuestra vanidad nos está costando el mundo.

¿En qué momento de la historia de la humanidad lo funcional se volvió superfluo y lo superfluo un imperativo innegociable? Vestirse ya no tiene que ver con abrigarse sino con ponerse un determinado abrigo: una marca. Y ahora las marcas usan a los humanos de vallas ambulantes y ni siquiera les pagan por ello. Todo el día como majes con una t–shirt que dice Tommy Hilfiger. Instrumentos publicitarios, mupis de carne y hueso.

Tampoco es que vaya yo por la vida como un charita. En algunas ocasiones hasta me pongo presentable. Quedaron atrás mis tiempos de skater cuando lo único que impedía que la suela se despegara del zapato era una cinta de duct tape. Digamos que puedo perfectamente sentarme en un restaurante fino, con gentiles, y no hacer el ridículo. Pero eso no es relevante. Lo que me gustaría adquirir es la auténtica elegancia que consiste en estar presente en cualquier situación determinada y fluir con gracia y sencillez.


(Columna publicada el 23 de junio de 2011.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

HAHA!

Solo con las palabras, usted es genuinamente elegante y volátil; aquí y en el espacio ingrávido.

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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