'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







McPiedra

Sólo una vez hablé con Harold Caballeros y fue en los cuarteles de VIVA, allí me citaron. Necesitaban cierto trabajo de redacción que al final ya no se concretó. Yo mido a un hombre por su capacidad de presencia –más si posee credenciales espirituales– y en los tres minutos y medio que Caballeros me atendió, luego de haberme dejado esperando un tanto más que eso, se limitó a hablar por teléfono, a saludar a no sé quién, no se si me vio alguna vez a los ojos. No estaba allí. Cualquier expectativa que yo tenía respecto a su persona terminó en el acto.

De todos modos respeto a Caballeros por algunas cosas, como por ejemplo el asociarse a la regia Nineth Montenegro, o por declararse a favor de la legalización de las drogas. No una posición tampoco extravagante –sobre todo luego de décadas de infructuosa, dispendiosa, decorativa lucha al narcotráfico– pero en Guatemala una declaración como ésa le puede costar a uno un par de votantes.

Cuando yo empecé a fumar piedra con los amigos, la cocinábamos: la cuchara, el bicarbonato, todo el rollo. Luego, de golpe, se instauró un mercado espontáneo, la piedra inundó el ambiente en un relámpago: Guatemala se había tecnificado, más bien de la noche a la mañana, como puente de droga a los Estados Unidos. Algo de toda esa cocaína siempre quedaba en el país, parecido al remanente aceitoso que queda, luego de un buen toque, en las paredes de la pipa de vidrio. Fue algo que percibimos claramente los consumidores locales, que en el acto dejamos de cocinar artesanalmente nuestro crack, para comprarlo ya manufacturado, empezando de esa cuenta el reinado carnicero de la McPiedra. No me cabe la menor duda que el mercado de la droga estadounidense creó formalmente el mercado de la droga local. Y es en aquél en donde debe darse la legalización, más que en el nuestro.

Eso de legalizar la droga no es una posición que yo sostenga por estimular ningún vicio o vaporosa mística jamaiquina. No me interesa que nadie se drogue, empezando con mi persona. No he tocado substancia ni bebido alcohol en más de nueve años. Es porque conozco la veleidad de la droga que estoy dispuesto a considerar su legalización como una medida razonable. En lo cual apoyo al señor Caballeros.


(Columna publicada el 30 de junio de 2011.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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