'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El seso oscuro de Cohen


Príncipe de Asturias a Leonard Cohen. Bien hecho. Cohen, con su voz ensombrecida, cigarillo sempiterno, y nariz sí algo judía. Pero es que él siendo tan talmúdico al mismo tiempo ni lo es (y por tanto termina viviendo en Mount Bouldy un retiro zen de múltiples años). Un depresivo ejemplar que posee con todo y sus bajones una fuerza creativa imparable. Los grandes se han arrodillado ante su estatura. Nosotros los pequeños también, y a lo mejor lo leímos en castellano en Visor: libros tales como Comparemos mitologías –qué título espléndido– o La caja de especias de la tierra. Luego están sus novelas. No sé si ya redactó sus memorias pero de no ser el caso alguien debería pagarle una cifra grande de dinero –que compense un poco la que le robó su ex agente– por hacerlo. Del seso oscuro de Cohen nace una imaginería profunda, adeudada con Lorca, bíblica y antibíblica. Es íntimo y trágico, Cohen. Su bibliografía crece si incluimos en ella su discografía, si tomamos en cuenta sus canciones como poemas, que por supuesto lo son, como las de Dylan. Es un hecho comprobado que nuestros músicos municipales apenas saben redactar la lista del súper: escriben mal y en singulares ocasiones medio bien, pero jamás del todo bien, y esto es porque al oír a Joni Mitchell –otra canadiense, por cierto– no la leyeron. Se espera que hayan escuchado y descifrado las canciones de Cohen –algunas inevitables hasta las cantan en American Idol, como la celebre Hallelujah, que Jeff Buckley tuvo la genialidad de coverear y de coverear genialmente. Pero a Cohen le salvará siempre del mainstream ese folk de calado y de ultratumba –como un Bela Lugosi en diazepan. Sin duda Cohen es uno de mis dharma bums favoritos, junto a Ginsberg y Patti Smith. Todos ellos le dieron a la práctica religiosa un toque de suciedad, autenticidad, personalidad, actitud libertaria.

(Columna publicada el 9 de junio de 2011.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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