Natural/Artificial
Según el esquema clásico, hemos definido los desastres en dos categorías: aquellos naturales –pongamos una era glacial– y aquellos condicionados por el ser humano –pongamos un genocidio–. Hasta hace muy pensábamos que ambos ocurrían sin molestarse el uno al otro.
Semejante urbanidad es por supuesto una mentira, y así lo vimos en la reciente tragedia en el Japón, en donde ambas crisis se dieron amarradas: el terremoto/tsunami junto el nefasto episodio de la planta de Fukushima.
No podemos dejar de notar cómo vivimos en momentos en donde estos dos tipos de desastre se estimulan mutuamente. Cualquier anorexia o superabundancia en el reino cultural tendrá su correlato intenso en el reino natural, y viceversa. Hay una especie de socialización proliferante entre ambas esferas, un intercambio permanente de fluidos e información. Una simetría.
Hasta el punto en que en lugar de tener una separación entre dos géneros de calamidad lo que se da más bien es un efecto orbital, una especie de anillo de Ouroboros. La dicotomía ahora es un continuum. Es lo que tradicionalmente se llama “efecto mariposa”, en donde todas las alteridades de la tragedia colapsan y se funden en un mismo intersticio kármico.
Nos damos cuenta que la división entre crisis natural y crisis artificial es muy ingenua, y en muchos sentidos está construida para que los humanos no asumamos nuestras responsabilidades globales (siendo una de ellas la responsabilidad de no tener hijos).
No solamente es ya imposible discernir cuando termina la catástrofe natural y empieza la creada, podemos inclusive afirmar la rotunda equivalencia entre una y la otra. En cierto modo, todas las catástrofes son naturales, inclusive las del hombre, que responden, justamente, a la naturaleza humana. Y en cierto modo, todas las catástrofes son creadas, pues responden a innovaciones técnicas de la adaptabilidad de la materia inanimada y consciente.
(Columna publicada el 17 de marzo de 2011.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario