Narcolumna
Un narconarco está sentado en su narcosilla preferida, rodeado de tres narcoperros ahora quietos pero toda vez asesinos. El reloj obsceno –por lo caro– de su narcomujer centellea bajo el narcosol, mientras ésta avanza a la piscina, muy cerca de la narcojaula en donde un narcotigre exótico ronda implacable. El narconarco se ha narcodomiciliado en una narcomansión a las afueras del narcopueblo, con narcoatalayas de seguridad y tipos con los cuáles mejor no conviene jugar a los narconaipes. En uno de los traspatios, diez narcovehículos están estacionados, esperando a salir a recorrer las narcocarreteras en un departamento del país en donde regularmente aterrizan narcoavionetas trayendo la narcodroga que es luego almacenada en hangares ultra y narcosecretos. Los narcopolicías, lanzados a la corrupción más artera, siempre avisan al narconarco de cualquier operativo en su contra, creando así redes de narcocorrupción y saboteando los operativos narcoantidroga. Es así a lo largo y ancho del país, que ha sido tomado por los narcocarteles y éstos van zurciendo narcomatanzas que poco a poco irán convirtiéndose en narcoguerras civiles, y promoviendo lo que hoy comúnmente se llama narconarcoestado, y uno puede imaginar un planeta hecho enteramente de narconarcoestados, con narcocancillerías, y una especie de narcoNaciones Unidas, y si queremos ir más lejos podemos inclusive imaginar una narcogalaxia, y un narcouniverso, esto es: un narcolaboratorio cósmico en donde se gestan los ladrillos narcoquímicos que van a posibilitar la vida en los distintos narcoplanetas en donde se cultivará la narcodroga para los narcociudadanos alienígenas y dar así lugar a un narconarcotráfico interestelar, mientras NarcoDios observa por un rincón de la ventana el universo narcoadictivo que ha creado, ajusta el screen de su pipa de narcocrack, y coloca otra narcopiedra, sin atreverse a salir de su cuarto, porque tiene una gran narcoparanoia de tanto narcofumar.
(Columna publicada el 9 de diciembre de 2010.)
1 comentario:
Solamente olvidaste decir, al final, que se echó el narcopushón y luego compartió el narcoregresón.
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