Los túneles
Nunca pensamos lo suficiente sobre lo que los túneles representan en nuestra vida, y la verdad es que estamos rodeados de túneles.
Es más: estamos hechos de túneles. ¿No se habla del túnel digestivo o del túnel de Carpo?
El misterioso universo también está hecho de túneles. Algunos científicos hablan de cosas cómo el efecto túnel y otros más machos de túneles en el espacio–tiempo. Yo nunca terminé la universidad y nada sé de esas cosas. Pero de que hay túneles hay túneles.
También están tantos muertos que se arrepintieron de morirse y volvieron a la vida y aseguran, enfáticamente, que vieron “la luz al final del túnel”.
Pero si los túneles no están en el misterioso universo, por lo menos están en las noticias. Para empezar, lo de Chile, que se convirtió en sí mismo en un túnel noticioso del cuál no salíamos nunca y seguimos sin salir. Luego se dio esa otra noticia de que Suiza terminó el túnel más largo del mundo, de 57 kilómetros. O el caso del narcotúnel Nogales–Arizona, inacabado, pues los presuntos narcotraficantes dieron contra un ducto –es decir otro túnel– de aguas shucas, creando al parecer toda una catástrofe séptica.
Es un truismo decir que hay túneles existenciales, túneles de agonía y soledad. Sábato, que nos ensució a todos de drama la adolescencia, hasta hizo una novela con el concepto.
Lo que de plano sí es verdad es que todos estamos en este túnel de la condición humana. Esos mineros salieron del túnel, pero no del Gran Túnel, que por supuesto es circular, es samsárico.
O a lo mejor no es que nosotros estamos pasando por el túnel de la vida, sino que nosotros mismos somos el túnel por donde la vida pasa. Y cuando sale de nosotros nos olvida.
(Columna publicada el 21 de octubre de 2010.)
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