Calamaro Rey
Concierto de Calamaro, este domingo. La clase de homilías que no conviene eludir. Calamaro viene conmigo desde hace mucho tiempo. Lo notable era poder destruirse a gusto mientras tu ídolo rock estaba haciendo paralelamente lo mismo. “Se acabó todo lo que había, y queda un cigarro mojado”, cantaba él, y uno lo envidiaba, porque a uno no le quedaba ni eso. Tiempo atrás nadie hubiera traído a Calamaro a Guatemala. Inclusive en el plano latinoamericano el concilio aún vacilaba y decidía si se le iba a poner al lado de Fito y Cerati y Spinetta o no. Y lo pusieron, por supuesto. Lo puso la mara, que ahora lo adora. Tengo lo mayor de su discografía, y siempre he admirado cómo saca de lo virtuoso pero también de lo torpe toda clase de poderes creativos. Por demás, un escritor de primera. Su blog es por derecho propio un evento cultural, y algunos de sus posts son impecables. Cualquiera podría decir que Calamaro es el mejor letrista en Latinoamérica sin quedar como un burro. En una época, yo estaba obsesionado con sus entrevistas, ungidas de gracia poética y política. Alguien pronto debería hacer un compilado con ellas. Su ideología es muy de mi gusto. A lo mejor porque lo es también su corazón: un corazón claro, que le permite comunicar con la multitud, pero también un corazón complejo, que le permite comunicar con los seleccionados. En Calamaro hay cultura y contracultura, solidaridad y apostasía, elegancia de élite y afecto sin niveles. Hay que ser de todos y de nadie en esta vida. Calamaro tiene una veta de ruptura pero también otra de respeto: por su público, por sus colegas, y por la tradición. De hecho, es un artista del elogio. Y por lo mismo elogiarlo resulta tan difícil. Tocará en la Ermita, en donde tocó también –y hasta el culo– Charly García. En ese toque se cayó alguna cosa en el escenario, creo recordar. Charly García dijo: ‘Que algún idiota venga a ayudarme’, y Germánico, el de La Tona, que no es idiota, pero pecó de bueno, subió a ofrecerse. ‘Quise decir un idiota de los míos’, replicó García. Uno jamás esperaría de Calamaro una actitud así de pendeja.
(Columna publicada el 28 de octubre 2010.)
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