'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Formal

Hice a un lado mi trabajo como freelance, me devolví a la dimensión de los asalariados formales.

Me gustaría poder decir –por eso de mantener una cuota de sana indignación– que mi nuevo trabajo es una cosa infame, dostoievskiana, una piss factory tipo Patti Smith. Pero mi trabajo, de hecho, lejos de ser lo arriba descrito, inclusive me gusta. Para decirles que ni siquiera tengo un cubículo. Un cubículo ya me daría un ángulo de denuncia bastante concreto. Queda probado que no somos nunca tan miserables como quisiéramos.

No fue tan difícil regresar a la sociedad laboral, aunque luego de unos siete años de trabajar en casa, tuve que aprender a usar de nuevo el lenguaje hablado, que en mi persona se había atrofiado hasta el punto de inanición. Comprenderán que cuando era trabajador independiente mi única compañía eran una gata y la Morfina –la Morfina siendo mi computadora. Allí me tenían ensayando frente al espejo sonidos vocales que me salían todos torpes y torcidos, como los de algún primo idiota. Por fin, pude articular un “buenos días” más o menos decente. Con el cuál me he estado defendiendo durante este tiempo. Aún me encuentro batallando con el “buenas tardes”, que según me han dicho posee al igual que el “buenos días” algún grado de funcionalidad intersocial.

Confieso que no dejó de ser impactante volver a tener contacto con la raza humana, más allá del correo electrónico. No pude evitar tocarle con un dedo la mejilla a una empleada, para ver cómo se sentía el contacto con alguien del mundo exterior. No había intención morbosa de mi parte. Pero ella no lo interpretó de esa manera. Rapidito llamó al poli. Se armó la de Troya. 

Pero lo que más me impactó de volver a una oficina fue el dispensador de agua fría y caliente. Todos los días lo contemplo una media hora. Como los homínidos viendo el monolito, en Odisea 2001. Un objeto extraño y sobrenatural.


(Columna publicada el 14 de octubre de 2010.)

1 comentario:

diego dijo...

Por Júpiter, cuánta risa. d.

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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