'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El rock de los patriotas

El día que los rockeros nacionales tomaron el discurso de lo nacional le vendieron el alma al diablo.

De todas las agendas ideológicas, se quedaron con la más barata, la agenda de lo chapín. Guatemala no rebasa en importancia a Chile, Suecia o Uganda, y del mismo modo el rock guatemalteco no es para nada más especial por ser guatemalteco, y sin embargo hay toda una generación de rockeros –y nuevas bandas caen ellas lo mismo en este juego– que han puesto su vida en tratar de convencernos de lo contrario. La carta de la identidad no dura demasiado sin volverse fundamentalista, a un nivel u otro, excluyente. Es la misma carta que han utilizado politicastros y otras criaturas oscuras.

Tengo buenos amigos en el ámbito del rock, y estoy seguro que no se van a enojar demasiado por decir que los rockeros locales siempre han sido limitados para dar mensajes: escriben mal y hablan bastante peor, vamos. En lugar de de leer a Greil Marcus, estudiar las frases de Dylan, fascinarse con el indomable Burroughs, optaron por un etnocentrismo cuadrado y sin pliegues. Por ende, no han podido darle a su público las herramientas para pensar, más bien bombardeándolo durante años con el discurso de la identidad nacional, que además nadie de ellos se ha tomado la molestia de explicar.

El rock es idealmente una energía que sospecha de cualquier pensamiento clausurado. A los rockeros les corresponde convertirse en proveedores de opinión independiente. Pero el rock en Guatemala no representa ningún reto para el poder, de hecho es completamente inocuo para el statuo quo, al cuál inclusive le cholerea.

Al rock no lo mataron los políticos ni los reaccionarios: lo mataron los rockeros, que son políticos y reaccionarios. Sin realmente saberlo y a su modo –es evidente que no estamos hablando tampoco de neurópatas cósmicos à la Pol Pot­– han pasado a servir una programación patriota y septembrina que les secciona de tajo las alas.    


(Columna publicada el 2 de septiembre de 2010.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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