Esa cuarta pared
Un montón de paredes para romperse la jeta. Está la pared del sistema de justicia; está la pared monolítica del gobierno; está por supuesto la pared de los aparatos ilegales; pero está esa cuarta pared: la de la opinión pública.
La audiencia aquí es parte de la obra. Diría un crítico de teatro: es una audiencia protagonista. Lo cual no quiere decir que sepa hacer su papel.
La cuarta pared no es poca pared. Contra todos los problemas y obstáculos que puede toparse Francisco Dall´Anese, hay uno que yo no le recomiendo subestimar: el problema de la indignación.
La indignación es el ocio nacional. Nunca pudimos pasar de eso a un proyecto maduro de opinión articulada. Los bananos se pasmaron. Congelados en la desconfianza programática y el murmurar... Está encriptado. A falta de una verídica expresión política, nos hemos ya contentado con ese vicio de vomitar un poco en cada sobremesa.
Se le recomienda pues al nuevo jefe de la CICIG que compre un su libro de Wayne Dyer o del optimista de turno, algún booster para la autoestima, porque será el objetivo militar de críticas infinitas. El guatemalteco es una especie de Capote en Manhattan, ya saben, devaluando su entorno, en plan chisguete, trasquilando a gusto, chismoso el serote. Pero sin la elegancia ni las musas, además. Así que Dall´anese va a tener que aprender a remar entre groseras percepciones de toda clase, marejadas venenosas que constituyen las aguas de la moral murmuracional, threads sangrientos en los cien mil websites de lo difamante. Más aterrador que la narcoestructura: la Comidilla. Más temible que la corrupción: la Detracción.
Se dice que Castresana renunció por no encontrar voluntad política, pero se sospecha que más bien se las peló porque ya estaba hasta la coronilla de lidiar con termitas. Nada les gusta. Todo lo roen.
(Columna publicada el 5 de agosto de 2010.)
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