1000 amigos (I)
El Facebook resultó ser una experiencia mucho más significativa de lo que pude prever, y de lo que estoy por lo general dispuesto a aceptar.
Recién acabo de llegar a mis 1000 amigos en Facebook. No es que 1000 amigos sean muchos para los estándares actuales de FB, pero lo son para un homínido antisocial como yo, persona complicada a quien los demás siempre terminan sacando de onda o termina sacando de onda a los demás. Facebook constituye una vía de diálogo decente para alguien sin deseos o aptitudes sociales. La otra vez hablaba con un amigo acerca de FB, y me decía que en la “vida real” él no tenía interacción alguna, no tenía amigos.
Por supuesto, dijo “vida real” por decir algo, pero tanto él como yo sabíamos que la vida en Facebook no es menos real que la otra, pues la vida es real por doquier. De hecho, Facebook nos hace revaluar un viejo criterio preinternético: el criterio de que el otro es su cuerpo. Tenemos que hacer paces con el hecho de que una persona no es más real por tenerla enfrente.
Si lo pensamos bien, el cuerpo del otro no es más que un holograma confeccionado por la interfaz de nuestros sistemas sensoriales y cerebro. El ser humano antes de las redes sociales ya posee una red social subjetiva (Facebook no siendo más que una transcripción de ese sistema al mundo común). Nos reímos de Tom Hanks por hacerse amigo de una pelota –de Wilson– en Cast Away, pero la verdad es que absolutamente todas nuestras relaciones son mentales. Todos nuestros amigos, enemigos, colegas, familiares son Wilson, aunque ellos sí sepan hablar y moverse.
Entonces, aquellos que dicen que las relaciones de Facebook no son “tan reales” se engañan a sí mismos. En el caso de mi amigo, Facebook le ha funcionado muy bien, porque presenta formas de convivencia que no le resultan además asfixiantes.
(Columna publicada el 12 de agosto de 2010.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario