'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







1000 amigos (II)

Cuando un editor me pidió que hiciera hace un par de años un artículo sobre Facebook, del cual entonces yo no sabía nada, se disculpó de antemano: sabía que me estaba introduciendo a una droga, y acaso a una maldición. Y en efecto, no he dejado de usarlo, casi compulsivamente, desde entonces. Y desde entonces he hablado bastante mal de Facebook.

Pero hablar así de mal resulta demasiado cómodo. Así que hoy quiero, para variar, tratar de ver lo bueno que hay en FB. Uno puede apelar a cinco mil escepticismos para devaluar las redes sociales, pero más maduro a estas alturas es comprenderlas e instrumentalizarlas. De todos modos, ya están aquí: aquel arco teórico–intuitivo que iba de McLuhan a Peter Rusell ha encontrado un nivel contundente de verificación en ellas. Sólo queda preguntarse: ¿no podemos orientarlas a nuestros favor?

Para empezar, hay que evitar el error de infravalorar a Facebook reduciéndolo a su aspecto emocional o amigable, su lado Hallmark. Lo cuál no quiere decir tampoco que esa dimensión fraternal no sea importante. Sin tal elemento de no agresividad, el social networking nunca alcanzaría su potencial como laboratorio social alogámico e hiperfecundante. En toda situación de polinización cruzada debe darse una apertura formal, una admisión de las posibilidades del otro, y una suspensión de la crítica asesina.  Y no es que las redes no admitan la crítica, pequen de beatas, laxas,  unidimensionales. Por lo que he podido observar, admiten la crítica y hasta cierto punto la celebran: lo valioso es cómo no se obsesionan con ella.

En este ambiente de intercambio de opiniones, la información se automodula: todo estímulo individual es obligado a tomar en cuenta la resonancia colectiva; simultáneamente, cada receptor privado absorbe sólo el nivel de información que su sistema personal le permite digerir. Es un mecanismo que no deja de asombrarme.


(Columna publicada el 19 de agosto de 2010.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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