Hablando con los muertos
Llegó al mercado el celular para comunicarse con los muertos.
Un golpe maestro. Maestro, por la forma en cómo aislaron las frecuencias o bandas ultraterrenas; maestro, por lo ingenioso de los receptores ectoplásmicos; maestro, por fin, por la cantidad de gadgets que acompañaban el NMD (Necro Mobile Device).
Ni hace falta decir que todo el mundo se volvió loco y ya ni mostró interés por Twitter o por You Tube, que fueron directo a la quiebra. Preferible platicar con los familiares perdidos:
–Es mi mamá. Dice que tiene frío, la pobre.
Las compañías de celulares entraron en guerra colosal de descuentos y ofertas para las llamadas llamadas de “extralarga distancia”.
Y ni hablar de todas las nuevas tecnologías que fueron surgiendo: como el GPS para localizar a los interfectos en el trasmundo, o el refinado concepto de convergencia espectral.
Pero empezaron a darse problemas rarísimos: los celulares se dañaban sin dar explicación, las baterías se fundían, misteriosos bugs en los softwares...
Los movimientos religiosos dijeron que hablar con los muertos no era cosa de Dios. No faltaban descontentos que aducían que ‘si vivos ya eran difíciles, muertos son un dolor de culo’. Por dar un solo ejemplo, se dieron casos de difuntos celosos que hostigaban vía cel a sus parejas cuando éstas se volvían a casar. Y los ambientalistas, antes quejándose de la electropolución, ahora se quejaban de las malas vibras escatológicas.
Pero lo peor: las personas empezaron a morir más rápido. Es como si la muerte tuvo de pronto más ingerencia en el mundo de los vivos: un Puente Oscuro se había Establecido.
Por tales y otras razones, doce años después de inventado, el NMD fue descontinuado. Un gran momento para el yoyo, por cierto, que volvió a ponerse de moda.
(Columna publicada el 21 de mayo de 2010.)
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