La vasija
Hay quienes aseguran que Costa Rica se erige en muchos aspectos como una colectividad menos afeada, emasculante y derruida que la nuestra, y de carnes más progresistas. Así por ejemplo –perdonen el truismo, pero al mismo tiempo cómo evitarlo– en lo ambiental: un asunto que los costarricences no tienen completamente resuelto, pero que al menos ya es parte anatómica de su negociación nacional.
En lo que a mí respecta, cuando recibí la noticia de que Laura Chinchilla había ganado, sonreí un poco. No porque yo sea simpatizante, por favor. Lo celebré en la medida en que es una victoria social, no feminista (Chinchilla y las feministas no congenian del todo bien), pero sí de género.
Si una mujer llega a la presidencia es porque ya se han dado en el tejido de la nación que la recibe una serie de estructuras posibilitadoras –son las vasijas sociales– y ya se han traspasado toda suerte de parapetos simbólicos. Lo cuál para nosotros los guatemaltecos es inefable porque todavía vivimos en tiempos de Tomás Gage.
Cuando el presidente Colom dice que Guatemala ya está lista para una presidente mujer me dan ganas de debatirlo –no porque no necesitemos desesperadamente un principio femenino obrando en el poder, que lo necesitamos, sino porque aún no se ha formado todavía la vasija que lo permita y reclame. Prueba de ello es que tuvimos nuestra oportunidad de votar por una mujer –además indígena, otra estructura posibilitadora que está lejos de cristalizarse– y la desperdiciamos, por escoger a un presidente que dice que Guatemala ya está lista para una presidente mujer, y con eso quiere decir su esposa.
Hay que tener cuidado con las mujeres que construyen su plataforma política a partir de la plataforma de su esposo. Está de más decir que cualquier victoria de género de esta índole, por parasitaria, jamás será del todo auténtica.
(Columna publicada el 18 de febrero de 2010.)
En lo que a mí respecta, cuando recibí la noticia de que Laura Chinchilla había ganado, sonreí un poco. No porque yo sea simpatizante, por favor. Lo celebré en la medida en que es una victoria social, no feminista (Chinchilla y las feministas no congenian del todo bien), pero sí de género.
Si una mujer llega a la presidencia es porque ya se han dado en el tejido de la nación que la recibe una serie de estructuras posibilitadoras –son las vasijas sociales– y ya se han traspasado toda suerte de parapetos simbólicos. Lo cuál para nosotros los guatemaltecos es inefable porque todavía vivimos en tiempos de Tomás Gage.
Cuando el presidente Colom dice que Guatemala ya está lista para una presidente mujer me dan ganas de debatirlo –no porque no necesitemos desesperadamente un principio femenino obrando en el poder, que lo necesitamos, sino porque aún no se ha formado todavía la vasija que lo permita y reclame. Prueba de ello es que tuvimos nuestra oportunidad de votar por una mujer –además indígena, otra estructura posibilitadora que está lejos de cristalizarse– y la desperdiciamos, por escoger a un presidente que dice que Guatemala ya está lista para una presidente mujer, y con eso quiere decir su esposa.
Hay que tener cuidado con las mujeres que construyen su plataforma política a partir de la plataforma de su esposo. Está de más decir que cualquier victoria de género de esta índole, por parasitaria, jamás será del todo auténtica.
(Columna publicada el 18 de febrero de 2010.)
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