La criada
Una vergüenza hubiera sido que Obama no recibiera al Dalai Lama. Pero la recepción fue una vergüenza de todos modos, porque vimos a Su Santidad en una foto de AFP salir por la puerta de atrás de la Casa Blanca (el fotógrafo captó inclusive las bolsas de basura) como una criada a quien han corrido por robar. Petrificante.
Un retroceso, si tomamos en cuenta que en tiempos de la administración anterior le otorgaron al Dalai Lama la Medalla del Congreso. Que Obama no pueda tener el grado de apertura que tuvo Bush en su momento con Su Santidad es una humillación en estado puro.
Jeffrey Hopkins, uno de los más grandes tibetólogos vivos hoy en día, me explicó en su momento que con Clinton la reunión con el Dalai Lama era estructurada “de tal manera que no era ni siquiera una reunión con él sino con alguien más –el vicepresidente. Y sucede que el Presidente Clinton simplemente “coincidía” con el Dalai Lama.”
Con Bush, añadió, las cosas dieron un giro: “El Dalai Lama se reunía con él en su residencia personal. Pero incluso tomando lugar en la residencia del Presidente Bush, eran reuniones de altísimo perfil con todos los asesores de seguridad nacional. Así que Bush subió el nivel.”
Ahora Obama lo baja de nuevo: confiere a uno de los seres más evolucionados del planeta –un refinado monarca al servicio de una extraordinaria tecnología de lo interno– el perfil protocolario mínimo.
Desalentador, porque el tiempo corre: cuando muera el Dalai Lama –relativamente pronto– el sueño tibetano es posible que muera también. La institución del Dalai Lama a no dudarlo pasará por una fase de confusión. Inclusive –como es el caso de los dos Karmapas– coexistirán dos Dalai Lamas al mismo tiempo, lo que provocará separaciones intestinas en el movimiento.
El jueves pasado entrevisté a una budista rusa. Me dijo ella que así como hay reservas ecológicas, deberían de haber reservas culturales, y que el Tíbet debería ser una de ellas. Es una idea muy bella, lejos de ocurrir.
(Columna publicada el 25 de febrero de 2010.)
Un retroceso, si tomamos en cuenta que en tiempos de la administración anterior le otorgaron al Dalai Lama la Medalla del Congreso. Que Obama no pueda tener el grado de apertura que tuvo Bush en su momento con Su Santidad es una humillación en estado puro.
Jeffrey Hopkins, uno de los más grandes tibetólogos vivos hoy en día, me explicó en su momento que con Clinton la reunión con el Dalai Lama era estructurada “de tal manera que no era ni siquiera una reunión con él sino con alguien más –el vicepresidente. Y sucede que el Presidente Clinton simplemente “coincidía” con el Dalai Lama.”
Con Bush, añadió, las cosas dieron un giro: “El Dalai Lama se reunía con él en su residencia personal. Pero incluso tomando lugar en la residencia del Presidente Bush, eran reuniones de altísimo perfil con todos los asesores de seguridad nacional. Así que Bush subió el nivel.”
Ahora Obama lo baja de nuevo: confiere a uno de los seres más evolucionados del planeta –un refinado monarca al servicio de una extraordinaria tecnología de lo interno– el perfil protocolario mínimo.
Desalentador, porque el tiempo corre: cuando muera el Dalai Lama –relativamente pronto– el sueño tibetano es posible que muera también. La institución del Dalai Lama a no dudarlo pasará por una fase de confusión. Inclusive –como es el caso de los dos Karmapas– coexistirán dos Dalai Lamas al mismo tiempo, lo que provocará separaciones intestinas en el movimiento.
El jueves pasado entrevisté a una budista rusa. Me dijo ella que así como hay reservas ecológicas, deberían de haber reservas culturales, y que el Tíbet debería ser una de ellas. Es una idea muy bella, lejos de ocurrir.
(Columna publicada el 25 de febrero de 2010.)
1 comentario:
Parece que los estadounidenses dejan ver su postura para con China a través de su actitud con el Dalai Lama. Creo que las reservas culturales podrían adscribirse a los patrimonios de la humanidad de la Unesco.
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