'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Los cuetes del futuro

Hay siempre una Dirección General de Caminos pavimentando con buenas intenciones toda una variedad de carreteras al infierno.

Un ejemplo: invitaron al hijo del guardián a celebrar la Navidad. Y es indudable que el hijo del guardián estaba feliz, y suyo era el gozo de quemar cuetes, y alagrán como se hartaba de chocolates y marshmallows, y es como si las luces chinas no estuvieran reventando en el cielo sino en su alma misma. A las doce, dieron las doce, y todos se fueron adentro, a abrir los regalos, junto al fuego bien próspero de la chimenea.

Los niños abrieron los regalos. No abrieron un regalo: abrieron dos y cinco y siete y diez y cien regalos. Se formó una ciudad echa de papel de regalo por tanto regalo que los niños abrían.

Pero entre tanta alegría y entre tanto cueterío había un silencio: el hijo del guardián lo estaba mirando todo, sentadito en el sofá, hijo del guardián, es cierto pero como huérfano a la vez, porque no había ni un regalo para él. Y ese silencio fue impregnando el ambiente festivo, y todos en el cuarto se fueron sintiendo progresivamente amierdados. ¿Quién, díganme quién en ese momento se atrevió a ponerle una mano al patojo sobre la cabeza, y decirle que este mundo es justo? El mundo es lo amarillo del mundo y nada más. Es cierto que alguien con un sentido de decencia le deslizó un billete al niño, pero no es lo mismo un billete improvisado a un regalo como Dios manda, envuelto en mil fotones de colores y con su moña respectiva.

Después el silencio se fue deshaciendo como hielo en un vaso de whiskey, y enseguida estaban todos de vuelta quemando cuetes en la calle. Incluido el mismo hijo del guardián, que pronto olvidó el episodio de los regalos: se le vio eufórico, y se le vio riendo. Pero algún día recordará este momento, oyendo los cuetes del futuro, y se sentirá triste, y beberá.


(Columna publicada el 31 de diciembre de 2009.)

No hay comentarios:

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
Creative Commons License
Buscando a Syd by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.