Dos filos
El gobierno circunvala como puede lo evidentísimo –la seguridad pública, la vergüenza atómica de esta administración– y en vez de optar por una admisión elegante de calado, que le haría mucho bien, responde para otro lado.
La verdad tan nuestra es que todo el mundo le está poniendo a todo el mundo. Ya ven que terminando el año me asaltaron, en el Barrio Ciudad Vieja: dos cuates bajaron de un carro negro, con vidrios polarizados, me ofrecieron matarme. Consideré por un segundo la oferta, que no dejaba de ser sugestiva, pero preferí darles el celular & la billetera. Estoy hablando del Barrio Ciudad Vieja, que no es exactamente un barrio rojo. Por el contrario, alberga dos embajadas –la de México y la de Estados Unidos– a las cuales por cierto les va a encantar la idea de que un carro negro esté peinando las calles del área en busca de mártires urbanos, sin importar que sean turistas chilangos o canchitos beatos de Iowa.
No es la primera vez que me asaltan (ni segunda, tercera o cuarta) ni será la última. Y como yo, miles. Sin hablar de toda esa actividad criminal que nunca emerge a la consciencia pública. Cuando puse la denuncia en la Estación de Policía –más para recuperar la licencia que por otra cosa– me fijé que en la pizarra en donde van apuntando las estadísticas criminales de todo el año, no aparecía un solo secuestro. Lo cual es simbólico. Naturalmente, secuestros se dieron en paleta en el 2009. Es un hecho que Gobernación les pide a las víctimas devueltas que mantengan el asunto en secreto. Hay varias razones para ello, no todas se me figura democráticas.
Lo peor de todo esto es que en las próximas elecciones los guatemaltecos no buscarán un presidente o un estadista: buscarán un maldito guardaespaldas. Pero sepan que todo guardaespaldas es siempre un arma loca de dos filos.
(Columna publicada el 7 de enero de 2010.)
La verdad tan nuestra es que todo el mundo le está poniendo a todo el mundo. Ya ven que terminando el año me asaltaron, en el Barrio Ciudad Vieja: dos cuates bajaron de un carro negro, con vidrios polarizados, me ofrecieron matarme. Consideré por un segundo la oferta, que no dejaba de ser sugestiva, pero preferí darles el celular & la billetera. Estoy hablando del Barrio Ciudad Vieja, que no es exactamente un barrio rojo. Por el contrario, alberga dos embajadas –la de México y la de Estados Unidos– a las cuales por cierto les va a encantar la idea de que un carro negro esté peinando las calles del área en busca de mártires urbanos, sin importar que sean turistas chilangos o canchitos beatos de Iowa.
No es la primera vez que me asaltan (ni segunda, tercera o cuarta) ni será la última. Y como yo, miles. Sin hablar de toda esa actividad criminal que nunca emerge a la consciencia pública. Cuando puse la denuncia en la Estación de Policía –más para recuperar la licencia que por otra cosa– me fijé que en la pizarra en donde van apuntando las estadísticas criminales de todo el año, no aparecía un solo secuestro. Lo cual es simbólico. Naturalmente, secuestros se dieron en paleta en el 2009. Es un hecho que Gobernación les pide a las víctimas devueltas que mantengan el asunto en secreto. Hay varias razones para ello, no todas se me figura democráticas.
Lo peor de todo esto es que en las próximas elecciones los guatemaltecos no buscarán un presidente o un estadista: buscarán un maldito guardaespaldas. Pero sepan que todo guardaespaldas es siempre un arma loca de dos filos.
(Columna publicada el 7 de enero de 2010.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario