22 Escarabajos
Cuando Dios cayó en cuenta que en su vasto universo había una cierta grieta por donde goteaba el mal, entonces a modo de enmienda, hizo a los Beatles. Los hizo ni muy aguados ni muy rígidos. Los hizo con masa de tortilla.
Es lo que dicen unos teólogos. Otros dicen que el Creador tiene exactamente cuatro largos dedos, con los cuáles se mantiene tocando a perpetuidad en el piano la melodía bruja de I am the walrus. Lo cuál resulta bastante más plausible.
Como sea. Lo que de plano es incuestionable es que la divinidad y los Beatles van siempre de la mano. Y que todo hombre temeroso de Dios está en la obligación de honrar al cuarteto de Liverpool, o corre el riesgo real de ser eviscerado durante eones por pequeños enanos hostiles envueltos en papel de celofán, mientras pantallas de televisión emiten una y otra vez la semifinal de la Academia.
Esa clase de castigo no estoy dispuesto a soportar.
Por eso, cuando el escritor español Mario Cuenca Sandoval me invita a colaborar en su antología 22 Escarabajos (Antología hispánica del cuento Beatle) yo le digo a huevos sí y faltaba más. Las obligaciones místicas, antes que nada.
Me puso, y yo agradecido, junto a mara de loco talento –Creyentes, a no dudarlo– y autores que van engrudeciendo el nuevo panorama literario de nuestra lengua, y que se nota no necesitan tecomates para nadar. Especialmente los hay algunos en la segunda parte del libro –Javier Fernández, Xavier Velasco, Roberto Valencia, Leonardo Aguirre– que producen vibraciones literarias superespeciales de tonos muy profundos y violetas.
Yo, que soy un lazarillo y un pelado y un polizonte nada más, espero por mi cuenta no haber traicionado demasiado al Todopoderoso ni a Lennon (acaso lo mismo) con el homenaje nativo que a éste le hice. Dios nos guarde de los homenajes chafas.
(Columna publicada el 17 de diciembre de 2009.)
Es lo que dicen unos teólogos. Otros dicen que el Creador tiene exactamente cuatro largos dedos, con los cuáles se mantiene tocando a perpetuidad en el piano la melodía bruja de I am the walrus. Lo cuál resulta bastante más plausible.
Como sea. Lo que de plano es incuestionable es que la divinidad y los Beatles van siempre de la mano. Y que todo hombre temeroso de Dios está en la obligación de honrar al cuarteto de Liverpool, o corre el riesgo real de ser eviscerado durante eones por pequeños enanos hostiles envueltos en papel de celofán, mientras pantallas de televisión emiten una y otra vez la semifinal de la Academia.
Esa clase de castigo no estoy dispuesto a soportar.
Por eso, cuando el escritor español Mario Cuenca Sandoval me invita a colaborar en su antología 22 Escarabajos (Antología hispánica del cuento Beatle) yo le digo a huevos sí y faltaba más. Las obligaciones místicas, antes que nada.
Me puso, y yo agradecido, junto a mara de loco talento –Creyentes, a no dudarlo– y autores que van engrudeciendo el nuevo panorama literario de nuestra lengua, y que se nota no necesitan tecomates para nadar. Especialmente los hay algunos en la segunda parte del libro –Javier Fernández, Xavier Velasco, Roberto Valencia, Leonardo Aguirre– que producen vibraciones literarias superespeciales de tonos muy profundos y violetas.
Yo, que soy un lazarillo y un pelado y un polizonte nada más, espero por mi cuenta no haber traicionado demasiado al Todopoderoso ni a Lennon (acaso lo mismo) con el homenaje nativo que a éste le hice. Dios nos guarde de los homenajes chafas.
(Columna publicada el 17 de diciembre de 2009.)
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