'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Sin pedo en Pana

Si algún infeliz me hubiera asegurado el año pasado que: 1) en cuestión de meses ya no iba a poder nadar más en las aguas del lago, so pena de que una entidad toxicomutante celebrara quién sabe qué clase de aquelarre infeccioso en mi organismo; 2) y además que hordas de híspidos individuos iban a quemar patrullas y a achicharrar indeseables como marshmallows en la pinche Santander, yo no le habría creído.

Mentira. La verdad es que sí le habría creído. De hecho era lógico que ocurriese. De hecho siempre me había preguntado porque esa práctica tan sololateca de pulverizar cacos no había viajado los pocos cientos de metros que la mantenían apartada de las riberas del lago y se había asentado a sus anchas en las consciencias sensibles y paranoicas de los nativos –o nativos extranjeros– y no es para menos que fueran paranoicas si hasta los mareros ya andaban pergeñando su impuesto de guerra en los negocios, sicilianamente.

En mi tiempo de vivir en Pana, pude presenciar no pocas muestras de agresión, con lo cuál terminé de deshacerme de esa idea supersticiosa de que el lago es una especie de burbuja buena onda y afelpada en donde uno puede vivir sin pedo socializando con almas melodiosas hasta descubrir los secretos del Infinito.

En Pana hay una ira maldita, más bien. Y en el lago, miles de miles de personas viviendo como chuchos famélicos, y no se entiende cómo es que hay multimillonarios que llegan a sus casas buriladas, enormes, ajardinadas y patricias, sin tomarse la molestia de voltear a ver el nivel de vida de los verdaderos habitantes del área.

No, nada de lo que está ocurriendo me toma por sorpresa. En lo que respecta a la situación ecológica del lago, recuerdo cuando en las tardes me iba a caminar como insolvente a la playa pública y alrededores y me detenía a contemplar el embarcadero, y su desagüe contiguo a los ojos de todos, a ver cómo toda esa mierda gorgoteante civilizaba nuestro mejor enclave turístico. Sobre aviso no hay engaño.


(Columna publicada el 10 de diciembre de 2009.)

No hay comentarios:

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
Creative Commons License
Buscando a Syd by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.