Los dinks
Supongo que mi esposa y yo entramos en la categoría de los dinks. El término dink se refiere a aquellas parejas que decidieron conscientemente no tener hijos.
Dinks los hay de muchos colores. Muchos dinks desean expandir un espacio de crecimiento personal y generar un programa de simplicidad voluntaria. Algunos no tienen hijos porque quieren más dinero. O desean vivir una vida de pareja más plena, o viajar. O es que no se consideran especialmente capacitados para ser padres. Otros son dinks por razones fisiológicas –casos de esterilidad– o porque carecen de opción: los homosexuales, que no pueden procrear. Hay dinks que opinan que tener hijos es una forma de subordinación al sistema. Los hay que piensan que existen formas alternativas de dar una semilla a la humanidad, por ejemplo dejar una obra literaria. Hay quienes piensan que es inmoral traer a alguien al mundo. A otros sencillamente les desagradan los niños.
También están los dinks maltusianos, y es un poco mi caso. En efecto, creo que la filosofía childfree desoculta la agenda irracional de la especie, y nos advierte sobre esa compulsiva afición a construir ciudades genéticas, liquidando otras formas de vida. Es preciso apartarse del género humano para apreciar su naturaleza agresiva y parasitaria. En lo personal, estoy en contra de las calistenias despóticas del antropocentrismo, y creo que el problema ecológico de la tierra es el hombre, sin más. Si el hombre quiere salvar la tierra, pues, debe abstenerse de reproducirse. En este contexto, la abstinencia genética es un imperativo a favor de la vida y no en su contra. Tener hoy en día más de dos hijos es un acto nada generoso; es de hecho un acto tremendamente egoísta. Pero nos gustamos demasiado y en cierta medida somos nuestras propias mascotas; nuestros hijos son coca colas de sentido, y modos de elongar nuestra identidad personal.
(Columna publicada el 3 de diciembre de 2009.)
Dinks los hay de muchos colores. Muchos dinks desean expandir un espacio de crecimiento personal y generar un programa de simplicidad voluntaria. Algunos no tienen hijos porque quieren más dinero. O desean vivir una vida de pareja más plena, o viajar. O es que no se consideran especialmente capacitados para ser padres. Otros son dinks por razones fisiológicas –casos de esterilidad– o porque carecen de opción: los homosexuales, que no pueden procrear. Hay dinks que opinan que tener hijos es una forma de subordinación al sistema. Los hay que piensan que existen formas alternativas de dar una semilla a la humanidad, por ejemplo dejar una obra literaria. Hay quienes piensan que es inmoral traer a alguien al mundo. A otros sencillamente les desagradan los niños.
También están los dinks maltusianos, y es un poco mi caso. En efecto, creo que la filosofía childfree desoculta la agenda irracional de la especie, y nos advierte sobre esa compulsiva afición a construir ciudades genéticas, liquidando otras formas de vida. Es preciso apartarse del género humano para apreciar su naturaleza agresiva y parasitaria. En lo personal, estoy en contra de las calistenias despóticas del antropocentrismo, y creo que el problema ecológico de la tierra es el hombre, sin más. Si el hombre quiere salvar la tierra, pues, debe abstenerse de reproducirse. En este contexto, la abstinencia genética es un imperativo a favor de la vida y no en su contra. Tener hoy en día más de dos hijos es un acto nada generoso; es de hecho un acto tremendamente egoísta. Pero nos gustamos demasiado y en cierta medida somos nuestras propias mascotas; nuestros hijos son coca colas de sentido, y modos de elongar nuestra identidad personal.
(Columna publicada el 3 de diciembre de 2009.)
1 comentario:
Se entiende la racionalización, pero la emoción tiende a desmentirla. No tener hijos, aunque sea uno, parece un sacrificio gigantezco para que un individuo trate de corregir la aritmetica maltusiana. Un sólo hijo, sin embargo, le da inmediatamente a uno una perspectiva que es sencillamente imposible antes de tenerlo, una vacuna biológica contra el egocentrísmo, que es, en cierto modo, el problema del antropocentrísmo, a nivel del individuo. El hijo único, además, se encargaría eventualmente del problema poblacional sin obligar a los individuos a renunciar a un estilo de vida que se basa en el sacrificio y el apoyo mutuo, el de criar niños y cuidar ancianos.
Publicar un comentario