La oreja en tu mano
Hay fiebres. Por ejemplo ahora estamos viviendo –diré reviviendo, reciclando por enésima vez– la fiebre de los vampiros. Y hay una suma de artefactos de consumo en torno al tema (Twilight, True Blood) emperrados en zamparnos la estética y estilo de los fang fans.
Los vampiros forman parte de otra categoría más grande, con la cuál también estamos afiebrados, obsesionados, me refiero a la categoría de los asesinos en serie.
La misma posee su propio arco de productos culturales que han inundado e inundan el cine (desde Norman Bates hasta Mr. Brooks, pasando por todas los slashers habidos y por haber), la literatura (como el Patrick Bateman de Bret Easton Ellis) y la tele (“Puedo matar a un hombre, desmembrar su cuerpo, y llegar a tiempo a casa para ver a Letterman”, Dexter dixit). Algunos asesinos seriales consiguieron un exitoso crossover de la realidad a la ficción, y hoy son de naturaleza anfibia, tal el caso de Perry Edward Smith o el de Gary Gilmore.
Yo también he querido adicionarme a la lista de autores cercanos al tema, y así es como he escrito un mi librillo de poemas –se llama La oreja en tu mano– que busca introducirse a la mente de un asesino de mujeres, y que he subido a la web en forma de blog. La idea era sobre todo asomarse a la mente de un homicida serial, pero hacerlo desde un género inhabitual al tópico –la poesía, parnasianamente– y no, como es costumbre, desde la narración.
Las asesinadas de mi libro son prostitutas pues eso de liquidar prostitutas es toda una tradición por derecho propio, y porque un crimen sexualizado es dos veces un crimen, según enseñan los manuales.
Cuando escribí el libro, hace ya un tiempo, estaba todo ese buzz de las mujeres asesinadas en Guatemala, que se apagó luego, aunque a las mujeres igual las siguen destazando como reses, muy románticamente.
El link: http://laorejaentumano.blogspot.com/
(Columna publicada el 19 de noviembre 2009.)
Los vampiros forman parte de otra categoría más grande, con la cuál también estamos afiebrados, obsesionados, me refiero a la categoría de los asesinos en serie.
La misma posee su propio arco de productos culturales que han inundado e inundan el cine (desde Norman Bates hasta Mr. Brooks, pasando por todas los slashers habidos y por haber), la literatura (como el Patrick Bateman de Bret Easton Ellis) y la tele (“Puedo matar a un hombre, desmembrar su cuerpo, y llegar a tiempo a casa para ver a Letterman”, Dexter dixit). Algunos asesinos seriales consiguieron un exitoso crossover de la realidad a la ficción, y hoy son de naturaleza anfibia, tal el caso de Perry Edward Smith o el de Gary Gilmore.
Yo también he querido adicionarme a la lista de autores cercanos al tema, y así es como he escrito un mi librillo de poemas –se llama La oreja en tu mano– que busca introducirse a la mente de un asesino de mujeres, y que he subido a la web en forma de blog. La idea era sobre todo asomarse a la mente de un homicida serial, pero hacerlo desde un género inhabitual al tópico –la poesía, parnasianamente– y no, como es costumbre, desde la narración.
Las asesinadas de mi libro son prostitutas pues eso de liquidar prostitutas es toda una tradición por derecho propio, y porque un crimen sexualizado es dos veces un crimen, según enseñan los manuales.
Cuando escribí el libro, hace ya un tiempo, estaba todo ese buzz de las mujeres asesinadas en Guatemala, que se apagó luego, aunque a las mujeres igual las siguen destazando como reses, muy románticamente.
El link: http://laorejaentumano.blogspot.com/
(Columna publicada el 19 de noviembre 2009.)
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