Amazing Race
Hay que ver cómo se fueron todos corriendito a postularse. Se han visto famélicos de Calcuta que mendigan rupias con más elegancia. Ya sabíamos de abogadillos que son todos unos maestros en la épica de la lascivia, pero esto fue como ver un capítulo cardiaco de The Amazing Race.
Grandes o menuditos, hombres y ellas, rectos y tan torcidos, ignotos o pop stars de la mayonesa legal, todos arrejuntando documentos, como adolescentes urgentes tras la licencia de conducir. Evidentemente no todos consiguieron aglutinar lo Solicitado. Muchos no pasaron el temido examen ético–académico–profesional. Y ahora estos rechazados deberán esperar las próximas olimpiadas... Los demás, no obstante, seguirán corre y corre: componendas, lobbying, botox, mamaditas, lo que haga falta.
El país también está corriendo, por buscarle salida al sumidero. Es entendible, dado la atmósfera general de descalabro. Pero tanta prisa no deja de ser peligrosa. Un proceso tan masivo… Es como enviar una nave espacial a la luna... Hay que cuidar los detalles… Millones de cosas que pueden gotear, si no ponemos atención…
Y si el Proceso no fragua, vamos a quedar aún peor que el lazarillo: por pensar que ya hemos dado con el “sabroso licor” de la transparencia, ni vamos a sentir cuando el ciego nos deje caer el jarro en el hocico. No sólo habrán toda clase de corruptos en el poder, serán corruptos legitimados. Por el Proceso. Y por los diputados, claro está. Con lo cuál se infiere que cepillar la CSJ implicar cepillar el Congreso, y por eso alguien pidió que no exista secretividad en las votaciones.
En fin, este tema de la justicia promete toda clase de sensaciones subcutáneas de carácter malsano. Y si no, que lo diga Polanski, que fue a Suiza a que le acariciaran el ego, y lo agarraron por cepillarse (cepillar, qué palabra) a una chiquilla de trece años, hace mucho, mucho tiempo, en una remota galaxia. ¿El fin de su sorprendente carrera? Eso sólo Harris Whitbeck puede decirlo.
(Columna publicada el 1 de octubre de 2009.)
Grandes o menuditos, hombres y ellas, rectos y tan torcidos, ignotos o pop stars de la mayonesa legal, todos arrejuntando documentos, como adolescentes urgentes tras la licencia de conducir. Evidentemente no todos consiguieron aglutinar lo Solicitado. Muchos no pasaron el temido examen ético–académico–profesional. Y ahora estos rechazados deberán esperar las próximas olimpiadas... Los demás, no obstante, seguirán corre y corre: componendas, lobbying, botox, mamaditas, lo que haga falta.
El país también está corriendo, por buscarle salida al sumidero. Es entendible, dado la atmósfera general de descalabro. Pero tanta prisa no deja de ser peligrosa. Un proceso tan masivo… Es como enviar una nave espacial a la luna... Hay que cuidar los detalles… Millones de cosas que pueden gotear, si no ponemos atención…
Y si el Proceso no fragua, vamos a quedar aún peor que el lazarillo: por pensar que ya hemos dado con el “sabroso licor” de la transparencia, ni vamos a sentir cuando el ciego nos deje caer el jarro en el hocico. No sólo habrán toda clase de corruptos en el poder, serán corruptos legitimados. Por el Proceso. Y por los diputados, claro está. Con lo cuál se infiere que cepillar la CSJ implicar cepillar el Congreso, y por eso alguien pidió que no exista secretividad en las votaciones.
En fin, este tema de la justicia promete toda clase de sensaciones subcutáneas de carácter malsano. Y si no, que lo diga Polanski, que fue a Suiza a que le acariciaran el ego, y lo agarraron por cepillarse (cepillar, qué palabra) a una chiquilla de trece años, hace mucho, mucho tiempo, en una remota galaxia. ¿El fin de su sorprendente carrera? Eso sólo Harris Whitbeck puede decirlo.
(Columna publicada el 1 de octubre de 2009.)
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