'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Desprohibir la droga

Dos clases de simpatizantes de la despenalización y/o legalización de la droga. En primer lugar, aquel que quiere ver en la droga una nueva forma de ciudadanía, y un derecho. Esto es: el derecho secular a disponer de las propias esferas sensoriales y psíquicas, ya sea para fines recreacionales, humanitarios (el alivio de enfermedades terminales, mayormente), o espirituales (la droga como catalizador de nuevas formas de subjetividad significativa). Aún tratándose de un derecho laico, es posible que en el futuro tenga matices religiosos (de hecho ya posee sus propios insoportables integristas).

Otra tipo de simpatizante cree que la despenalización y/o legalización de la droga será una forma de acabar con el reinado oscuro que ésta detenta, sublimándolo alquímicamente hacia fuentes de normatividad. Un argumento habitual es que la sociedad precisa empoderarse respecto a sus propios rituales de evasión, rituales que por ser de evasión no deben ser gaseados con medidas de califato, porque entonces tienden a ser reforzados desde una óptica de ansiedad. Se adiciona un segundo argumento que dice que la droga ilegal es fuente de fetichismo. Por último, se dice que la represión no sólo no elimina sino además robustece la narcoadministración, que crece mejor en la sombra, en donde es libre de adulterar los productos con los cuáles envenena a sus consumidores, y además no paga impuestos, ni financia corrientes de responsabilidad social. La idea es abrir espacios de control por una vía no restrictiva, y modos de vigilancia diurnas, que abran las puertas al debate.

¿Hasta qué punto son válidos estos argumentos? Lo veremos pronto, en México o Argentina. El riesgo más evidente, en todo esto, es que la droga se convierta en otro feroz estandarte de una economía de mercado que no vela ni jamás ha velado por el bienestar de los seres.


(Columna publicada el 17 de septiembre de 2009.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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