Laptop
Tengo una laptop, pero desde hoy en la mañana la laptop me tiene a mí. Es decir que soy prisionero de mi propia laptop.
Es mejor explicar. Como todos los días, tomé el café, leí el periódico, me dispuse a terminar otro artículo de encargo. Encendí la compu: el sistema operativo se activó sin más, todo parecía de lo más normal. Fue sólo cuando quise buscar el documento, el artículo... no estaba. Y créanme: soy harto cuidadoso con estas cosas. Abrí muchos folders, registré como loco. Procuré hacerlo de un modo sistemático, peinando los distintos conglomerados de archivos, con un cuidado similar al de un desactivador de minas antipersonales en Angola.
Piensen por favor en el grado de dificultad: un folder bien puede contener otros diez subfolders, que a su vez guarda otra decena de subfolders, que a su vez... Y está el hecho de que a veces se abren ciertos files repugnantes: viejos, decrépitos documentos; vulgares y estúpidos poemas que uno escribió hace un millón de años; trozos de una novela que sólo traen vergüenza a la raza humana; oscuras prosas que más parecen trombosis de palabras. Es cierto que es posible circunvalar algunos de esos files, pero en muchas otras ocasiones no existen rutas alternativas. No queda sino meterse a las aguas del pantano, infestado de lagartos y otras bestias inmisericordes. Devorado por los mosquitos, me fui adentrando más en esa jungla. En un momento, comprobé con enorme pánico que estaba perdido, perdido en las entrañas de mi laptop.
He encontrado un lugar en donde refugiarme, subido en un árbol, en una de las esquinas áridas de un documento guardado hace muchos años, de aire vagamente memorialista. Escribo estas palabras con la esperanza de que alguien alguna vez las lea.
Por favor, si hay alguien leyéndolas: no repita mi historia: deshágase de su laptop: éstas son las palabras de un hombre muerto.
(Columna publicada el 23 de julio de 2009.)
Es mejor explicar. Como todos los días, tomé el café, leí el periódico, me dispuse a terminar otro artículo de encargo. Encendí la compu: el sistema operativo se activó sin más, todo parecía de lo más normal. Fue sólo cuando quise buscar el documento, el artículo... no estaba. Y créanme: soy harto cuidadoso con estas cosas. Abrí muchos folders, registré como loco. Procuré hacerlo de un modo sistemático, peinando los distintos conglomerados de archivos, con un cuidado similar al de un desactivador de minas antipersonales en Angola.
Piensen por favor en el grado de dificultad: un folder bien puede contener otros diez subfolders, que a su vez guarda otra decena de subfolders, que a su vez... Y está el hecho de que a veces se abren ciertos files repugnantes: viejos, decrépitos documentos; vulgares y estúpidos poemas que uno escribió hace un millón de años; trozos de una novela que sólo traen vergüenza a la raza humana; oscuras prosas que más parecen trombosis de palabras. Es cierto que es posible circunvalar algunos de esos files, pero en muchas otras ocasiones no existen rutas alternativas. No queda sino meterse a las aguas del pantano, infestado de lagartos y otras bestias inmisericordes. Devorado por los mosquitos, me fui adentrando más en esa jungla. En un momento, comprobé con enorme pánico que estaba perdido, perdido en las entrañas de mi laptop.
He encontrado un lugar en donde refugiarme, subido en un árbol, en una de las esquinas áridas de un documento guardado hace muchos años, de aire vagamente memorialista. Escribo estas palabras con la esperanza de que alguien alguna vez las lea.
Por favor, si hay alguien leyéndolas: no repita mi historia: deshágase de su laptop: éstas son las palabras de un hombre muerto.
(Columna publicada el 23 de julio de 2009.)
1 comentario:
Lei tu columna en el periódico y secretamente consideré deshacerme de mi laptop. Pero la muy ladina se deshizo de mí. Estoy de luto.
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