La falacia Balú
El caso Rosenberg explotó con una carga de paroxismo escénico y emocionalidad operática.
Tanta teatralidad terminará presumiblemente por vaciar los depósitos de actividad civil: terminados los fuegos artificiales, una especie de entumecimiento se apoderará de los instintos políticos, una especie de sopor poseyaculatorio.
Fue en suma lo que ocurrió con el caso Gerardi. El interés por el mismo se terminó derrumbando. Mucho se debe a la desinformación, a los bloques contradictorios de datos, que quemaron el cerebro de los guatemaltecos.
Aquello que se escucha del caso Gerardi son a menudo opiniones irritadas, berrinchudas.
El libro de Francisco Goldman, El arte del asesinato político –recientemente traducido al español– viene a contrarrestar esa tendencia, devolviéndonos nuestra habilidad de indignación razonada. El reportaje aquí funciona como una cámara de descompresión, desde donde podemos pasar a un nuevo nivel de observación discursiva. Lo que dará este libro es claridad, incluso a sus detractores, lo cuál también es bueno.
No me parece que Goldman esté al servicio de la instrumentalización política o teledirigida. Su libro está escrito no desde el protagonismo ideológico o de ninguna clase, sino desde el sentido común. Y eso se nota en el lenguaje, que no formula planos adjetivales, y se nota en la seriedad periodística, que ofrece momentos tremendamente concretos de alteridad informativa.
Lo que no le impide al autor tener al fin de cuentas una posición (y como dice Maruja Torres: “Creo en la objetividad periodística: pero detesto la neutralidad”), y de esa cuenta pasarle un sobrio y firme acuso de recibo a Maite Rojas y la Grange –a Vargas Llosa– y a Pérez Molina, y asimismo reivindicar al grupo de la ODHA.
(Columna publicada el 21 de mayo de 2009.)
Tanta teatralidad terminará presumiblemente por vaciar los depósitos de actividad civil: terminados los fuegos artificiales, una especie de entumecimiento se apoderará de los instintos políticos, una especie de sopor poseyaculatorio.
Fue en suma lo que ocurrió con el caso Gerardi. El interés por el mismo se terminó derrumbando. Mucho se debe a la desinformación, a los bloques contradictorios de datos, que quemaron el cerebro de los guatemaltecos.
Aquello que se escucha del caso Gerardi son a menudo opiniones irritadas, berrinchudas.
El libro de Francisco Goldman, El arte del asesinato político –recientemente traducido al español– viene a contrarrestar esa tendencia, devolviéndonos nuestra habilidad de indignación razonada. El reportaje aquí funciona como una cámara de descompresión, desde donde podemos pasar a un nuevo nivel de observación discursiva. Lo que dará este libro es claridad, incluso a sus detractores, lo cuál también es bueno.
No me parece que Goldman esté al servicio de la instrumentalización política o teledirigida. Su libro está escrito no desde el protagonismo ideológico o de ninguna clase, sino desde el sentido común. Y eso se nota en el lenguaje, que no formula planos adjetivales, y se nota en la seriedad periodística, que ofrece momentos tremendamente concretos de alteridad informativa.
Lo que no le impide al autor tener al fin de cuentas una posición (y como dice Maruja Torres: “Creo en la objetividad periodística: pero detesto la neutralidad”), y de esa cuenta pasarle un sobrio y firme acuso de recibo a Maite Rojas y la Grange –a Vargas Llosa– y a Pérez Molina, y asimismo reivindicar al grupo de la ODHA.
(Columna publicada el 21 de mayo de 2009.)
2 comentarios:
Te invito a leer mi relato “ALMA GYM” aquí: http://masqexpreso.blogspot.com/2009/06/alma-gym.html
De acuerdo con vos maurice, el arte del asesinato político en tu tierra ( muy querida por mi parte) es una constante de manoseos en esa justicia cada vez más ciega, esperemos que el caso rosemberg no sea una especie de relato underground donde jamás se sepa quiénes fueron los culpables, aunque casi siempre es la ley OMERTA la que reina.Un abrazo loco.
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